En la República Dominicana existen todas las fuentes y recursos sociales para poner en papel la mejor novela basada en el comportamiento social que nos salpica y nos influye en nuestro diario accionar sociopolítico. Una novela es una obra literaria en la que se narra un hecho o una acción fingida en todo o en parte, y el fin último de la novela es generar deleite estético a todos aquellos que la leen.
La política dominicana se basa en una democracia que nos genera deleite y provoca una activación en nuestros neurotransmisores, y así nos excitan para escapar de la depresión y de la ansiedad. La novela nos brinda capítulos de euforia, de patriotismo, de etnocentrismo, de heroísmo y de todos los
ísmos que pueden llegar a nuestro mundo de ingenuidad social, conformismo y pasivismo. La novela nos hace creer que tenemos héroes responsables, nos pone en un ángulo de inferioridad e impotencia. Los autores de la novela, con manos invisibles, fabrican metáforas cargadas de imágenes sensoriales que nos roban el sentido común y nos dejan desnudo en lo común pero sin sentido.
La obra literaria no se detiene, sigue corriendo en el polvo ancestral como si fuera un bisonte alfa, traspasando y saltando las barreras del tiempo, como si Grecia no existiera, olvidando a un Platón que mira la política como el arte de gobernar a cada ser humano pero con su consentimiento. La novela llamada democracia se detiene y hecha una mirada panorámica y desconfiada, rápidamente y con estilo se fusiona en una media isla de 48,442 km². Al llegar a este contexto multirracial y flacucho por la ausencia del ejercicio de la potestad ciudadana. La novela implementa otra figura literaria, un polisíndeton que nos da fuerza, basándose en la repetición redundante y sobrada con el único fin de proveernos una catarsis que se reduce a la nada, dejándonos una percepción de héroes, haciéndonos sentir que hemos logrado un orgasmo social, un placer y un sentido de importancia.
La democracia que tanto anhelamos es como una novela que solo inspira y motiva, pero ahí se detiene todo, es como tres puntos suspensivos, dejando a toda una sociedad en suspenso. No sabemos hacia donde vamos, la novela nos inspira y nos hace sentir orgullosos pero sin resultados. Queremos una sofocracia, personas sabias y con un léxico que nos haga llorar, queremos una tiguerocracia porque hemos interiorizado el mal proceder. El símil domina el escenario, claro, todo se puede, porque don fulano es como doña Juana y todo se convierte en símil, las leyes pasan a un segundo plano. La novela de la democracia dominicana nos deja en un corchete que nos produce una hibernación social y espiritual. Somos libres para votar pero esclavos de la corrupción.