Una relación muy especial

Una relación muy especial

3-3

El médico desarrolla una considerable destreza en el manejo de su trato cotidiano con el ambiguo lindero entre salud y enfermedad, y no puede ser de otra manera. Cuanto más exitoso es el manejo de esta característica inherente y propia del quehacer médico, probablemente más valioso sea el potencial terapéutico de la relación.

En la mayoría de los casos el paciente ubica al médico en un plano de superioridad, producto del desarrollo técnico y del papel que le toca desempeñar al facultativo en la relación, por lo que este se coloca de manera automática en un nivel de inferioridad, lo que determina en ocasiones dificultades importantes, ya que, al sentirse así, reacciona con cierta hostilidad.

El médico debe valorar a grandes rasgos la personalidad del paciente, procedencia, cultura, el grado de información que tenga sobre su enfermedad y valoración social de la misma. Debe procurar mantener una actitud crítica de sus rasgos de personalidad, cuidar su prestigio técnico y social.

Puede leer: Una relación muy especial

El médico debe preguntarse de manera constante si satisface los objetivos que persigue el paciente en la relación, debe rectificar a tiempo si alguno de ellos ha sido descuidado. El médico tiende con frecuencia a olvidar la necesidad del enfermo de saber ¿Qué tiene? ¿Cuál es su pronóstico? omitiendo esa valiosa información que, usualmente, el enfermo no reclama porque se lo impiden sus defensas.

Debe tener en cuenta para planear el manejo del paciente su estado afectivo y los mecanismos psicológicos que emplea en la relación.

La posición de inferioridad del paciente debe ser manejada mediante respeto absoluto, actitud atenta de escuchar, interés humano, trato afable, mientras que, las resistencias o defensas de la autoestima deben ser superadas al lograr la confianza del paciente, haciéndole sentir seguridad al garantizarle de manera permanente una conducta de no enjuiciamiento. En otras ocasiones, haremos caso omiso de sus defensas, utilizaremos los recursos que sirvan para atenuar su angustia, aunque no hayamos logrado buena comunicación.

La preocupación por lo que comunicamos verbal, extraverbal, instrumentalmente al paciente debe ser constante, de manera que siempre tengamos control de nuestras manifestaciones, debiendo saber comunicar lo que sea útil, reservar lo angustiante, creador de dudas.

Es muy importante cuidar nuestra expresión facial cuando realizamos un examen físico, cuando tenemos que interpretar exámenes complementarios, así como cuidar el exceso o déficit de exploraciones instrumentales que se pueden interpretar respectivamente como señal de gravedad o desinterés. El factor más importante es que el médico sepa colocarse en el lugar del paciente, oriente su conducta de acuerdo con este enfoque.

Tipos de relaciones médico-paciente:

De acuerdo con la clasificación propuesta por Saszs y Hollender:

  • Relación activo-pasiva: se establece con enfermos inconscientes (por coma, anestesia), o aquellos que por su patología participan muy poco en la relación, como es el caso del paciente en las primeras horas de un infarto agudo al miocardio. El médico se comporta con el paciente como lo haría un padre con su hijo de pocos meses de nacido.
  • Relación de cooperación guiada: se establece con sujetos posibilitados de recibir orientaciones y cooperar en su tratamiento, como es el caso de ciertas afecciones agudas (neumonía, pielonefritis) y crónicas (diabetes mellitus, HTA). Esta relación persigue lazos que garanticen la realización del tratamiento adecuado. El médico se comporta como el padre frente a un hijo adolescente.
  • Relación de participación mutua: se establece con pacientes portadores de afecciones donde los factores psicosociales desempeñan un papel significativo. Esta relación no sólo persigue el cumplimiento de tratamiento, sino el control en discusión frontal de diferentes situaciones y actividades relacionadas con el origen y evolución de la enfermedad. El médico participa en la solución de sus problemas, se comporta como un adulto frente a otro adulto.

Sugerencias:

  • Escuchar activamente.
  • Explicar diagnósticos, tratamientos en un lenguaje claro.
  • Mantener cortesía, empatía.
  • Tratar siempre con dignidad, sin discriminación.
  • Actuar con honestidad, incluso al dar malas noticias.
  • Mantener límites profesionales claros.

La trascendencia de la relación médico-paciente obliga a insistir en su inclusión de manera destacada en la formación de los médicos que cursan las distintas especialidades.

Esta relación es muy especial, todo médico debe ajustarse a ella y procurar ofrecer una atención exquisita a sus pacientes.

Más leídas

Publicidad