Dolor lumbar crónico, síntomas y tratamientos

El dolor musculoesquelético crónico, en especial el dolor de espalda baja, es una de las principales causas de discapacidad en el mundo y una razón frecuente de consulta en Fisiatría. En 2020, se estimó que 619 millones de personas vivían con dolor lumbar, y para 2050 la cifra podría ascender a 843 millones: un reto de salud pública que afecta la productividad, el bienestar familiar y la economía. ¿La buena noticia? La evidencia más sólida apunta a comenzar por estrategias no farmacológicas, centradas en la persona y su función cotidiana.

Cuando hablamos de dolor crónico nos referimos a aquel que persiste más de tres meses; en la mayoría de los casos es “inespecífico”, es decir, no se relaciona con una lesión grave ni requiere cirugía. El enfoque recomendado combina educación para entender el dolor, mantenerse activo, mejorar el sueño y el estrés, y un programa de ejercicio terapéutico progresivo, adaptado a gustos y capacidades.

En lenguaje claro: el movimiento, acompañado de información confiable, es medicina. Las guías del American College of Physicians (ACP) y del instituto británico NICE coinciden en recomendar, como primera línea, opciones no farmacológicas; si se requiere medicación, los antiinflamatorios no esteroideos pueden considerarse con prudencia, mientras que los opioides quedan como último recurso y por tiempo limitado.

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Se recomienda el ejercicio terapéutico caminar, bicicleta, natación y de fuerza y control motor (que mejoran la estabilidad del tronco y la pelvis), de movilidad y flexibilidad, o enfoques mente–cuerpo (como yoga o taichi) muestran beneficios pequeños a moderados en dolor y función cuando se mantienen en el tiempo.

Importante: salvo que existan “señales de alarma” (pérdida de fuerza progresiva, fiebre, traumatismo mayor, cáncer previo, pérdida de peso inexplicada, incontinencia o retención urinaria, dolor nocturno desproporcionado), no se recomienda hacer estudios de imagen de rutina.