La obra consiste en 17 relatos de migrantes dominicanos. Inicia con el más antiguo, que migró primero en 1965, Carlos Julio Báez.
Todo lo que se haga desde las embajadas y consulados, como a través del Instituto para los Dominicanas y Dominicanos en el Exterior (INDEX), será apenas un abono a la deuda de nuestra sociedad con los cerca de dos millones de ciudadanos que tuvieron que irse al exterior en las últimas seis décadas buscando aliento espiritual y material para ellos y los suyos. Su sacrificio, al haber tenido que abandonar lo que amabas, contribuyó a la descompresión de la caldera social de un país que no ha podido garantizar a todos sus hijos las condiciones fundamentales para su desarrollo personal y familiar.
Con el paso de los años, esa migración se fue constituyendo en uno de los más importantes sostenes de la estabilidad macroeconómica y del mejoramiento de la calidad de vida de amplios segmentos de los sectores sociales en mayor vulnerabilidad, remesando al país por los canales bancarios 61,,250 millones de dólares en la última década”. Juan Bolívar Díaz, embajador dominicano ante el Reino de España.
“Desde los años 60 del siglo pasado ha habido movimiento migratorio desde la República Dominicana hacia España, pero fue muy escaso y no fue hasta la década de los años ochenta que se intensificó. Antes, el flujo se debía principalmente a los y las estudiantes, especialmente a partir de la Guerra de Abril en 1965, y generalmente lo hacían porque contraían matrimonio (…). Posteriormente, fueron las mujeres trabajadoras las que predominaron en la gran ola de migrantes, pues se estima que representaba casi el 80%, la mayoría proveniente del Suroeste del país o del Distrito Nacional. (…) Ya en el 2017 de los 245 mil emigrantes dominicanos a Europa, el 54.6 por ciento residía en España, el cual se convierte en el segundo lugar de destino después de los Estados Unidos, y el primero en Europa”. Ada Wiscovitch Carlo.
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Hace poco más de un mes, dos viejos y queridos amigos, Juan Bolívar Díaz y su esposa Ada, pusieron a circular la obra “Voces de la diáspora dominicana en España”, en un emotivo y nutrido acto en el Centro Cultural de España, ubicado en el corazón de la Ciudad Colonial. Ahí nos encontramos con muchos amigos y conocidos que habíamos acudido al llamado.
La obra consiste en 17 relatos de migrantes dominicanos. Inicia con el más antiguo, que migró primero en 1965, Carlos Julio Báez, un amigo de larga data de mi marido Rafael. Volvió a la República Dominicana con el sueño de contribuir a su país, pero la realidad lo convirtió de nuevo en migrante y alzó de nuevo vuelo definitivo a inicios de los 80. Y continúa con Vilma de la Rosa Bergés, que llegó a España en 1975 y Bernarda Isabel Jiménez, que arribó a suelo español en 1983.
El relato de mi querido Carlos Julio me conmovió, especialmente sus conclusiones cuando dice: “España ha sido y es el sitio donde me he formado académicamente, donde he vivido durante cinco décadas, con interregnos en otros lugares. Donde he evolucionado políticamente, no solo intercambiando con personas de ideas variopintas sino sabiendo apreciarla, valorarlas e incluso manteniendo una amistad, sin esconder nuestras discrepancias. Donde he aprendido a valorar la importancia de la libertad, del pluralismo, de la convivencia, de la importancia de la sanidad pública, de transportes colectivos eficaces y servicios sociales básicos. // Ha sido el lugar donde he llenado parte de las enormes lagunas de mi conocimiento y contribuido a mi educación sentimental, no solo apreciando el cine, el teatro, la pintura, la música sino disfrutándola. También en España donde a través de mi estatuto jurídico de nacional español por residencia, he podido acceder a presentarme a unas oposiciones libres para todos los que cumplen los requisitos, y ser admitido después del proceso selectivo, como funcionario de carrera en un cuerpo de la función pública superior y desempeñar puestos pre-directivos y directivos por más de dos décadas”.
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Carlos Julio es crítico con la sociedad dominicana, el hecho de haber regresado con la utopía de ayudar a su país, y no recibir la acogida esperada, porque aquí prima el clientelismo y el tráfico de influencia, le produjo una gran decepción y lo hizo alzar de nuevo las alas y retornar a la sociedad que lo había acogido años antes: España: “Y es que lo de la patrimonialización del poder no es un concepto puro de ciencia política: es un hecho del accionar dominicano. Se actúa en tu área de poder como si de una finca o una empresa personal se tratase. No se busca el personal más capacitado sino el más servil, no el más eficaz, sino el más susceptible de subordinarse y ser la voz de su amo. Es entendible en algo de tu propiedad, aunque sea signo de un mal gerente, pero es un crimen en la gestión de la administración pública. Pienso y creo que cualquiera con una pizca de racionalidad y sentido común estará de acuerdo conmigo. De ahí que, para mí, España ha sido país de apertura al “mérito y capacidad”, por muy modestas que estas sean o hayan sido y, RD el reinado de la adscripción por motivos políticos, familiares y de otro tipo. El mérito allí no se valora o si se hace es subordinado a otros indicadores adscriptivos, no de logros individuales. Salvo que sean pecuniarios”.
Con este juicio valorativo tan dramático finalizo esta primera entrega. El libro es muy fácil de leer. Seguimos en la próxima.