La exposición “a dúo”, “Dentro/fuera”, de Ángel Urrely e Inés Tolentino en el Museo Fernando Peña Defilló, tiene un merecido éxito.
Ambos artistas, entre los mejores del arte contemporáneo, dibujantes expertos, son admiradores de Fernando Peña Defilló y le rinden un homenaje, inspirados en temas e ideales del maestro, a través de la apropiación.
Dominique Berthet, historiador del arte e investigador del tema, considera la apropiación “un proceso activo, un acto voluntario, consciente, pensado, que releva de cierto compromiso”.
Lejos de sustraer el fruto de un talento mayor para conseguir fama o beneficio, es un diálogo, una lectura, un encuentro, una reinvención, que culmina, de manera declarada, en tributo rendido al maestro y resultado innovador para la obra segunda… sino un experimento.
En el caso de Inés Tolentino y Ángel Urrely, ellos conservan su personalidad, estilos y rasgos identificadores, aunque la impronta intelectual e iconográfica de Fernando Peña Defilló está presente y armoniza perfectamente con sus obras. En fin, los dibujos se convierten en vibrante homenaje y memoria visual, libremente invocada, como “Papo” lo hubiera querido.
A cada artista se le ha atribuido una sala, donde expone nueve dibujos sobre papel Arches, de igual formato. Cada obra proyecta la impronta creativa, el goce en la etapa de la concepción y, tal vez más, en el proceso de ejecución, interviniendo la imaginación controlada por un propósito definido: se trata de una fantasía dirigida. El resultado es perfecto, el esmero de la ejecución, insuperable. Al proponer, cada uno, una estética distinta de la (re)presentación, tampoco eluden la facultad introspectiva.
“Dentro / fuera”, título de la muestra, puede tener dos interpretaciones. La obra de Inés Tolentino refiere más a visiones interiores; la de Ángel Urrely, a vistas exteriores, pero también, si retornamos al concepto de apropiación, las obras de ambos artistas se sitúan “dentro” y “fuera” de las de Fernando Peña Defilló.
Ángel Urrely. Conocemos y reconocemos el rigor de esta geografía urbana, desgraciadamente común y ya universal. La propuesta global se identifica con la definición gráfica, rigurosa, inconfundible, de Ángel Urrely.
Su paisajismo panorámico de edificios, inexpugnable y fragmentado a distintas alturas, sigue siendo aquí genérico de la ciudad, de las metrópolis de hoy o mañana; sin embargo, la reiteración inexorable, (inter)rompe la sensación de frialdad, angular y singular, gracias a la intervención de la casa republicana de Fernando Peña Defilló, más rural que citadina.
Es el tema, el objeto, el sujeto del maestro, del cual Ángel se apropia metódica y fielmente.
En estas construcciones fascinantes en las obras, pero tan impuestas como insoportables, zonas deshumanizadas y anónimas en la realidad, el artista llega a integrar, en dos dibujos de excepción, referencias personales: la casa paterna en Cuba y su encanto antillano. Aquí, la nostalgia impera: el otrora hogar de la familia perdura en la memoria, aunque el mar y el calentamiento global se lo tragaron… Queda una enorme mancha.
La geometría, las líneas, los ángulos rectos, la perspectiva, las fuerzas ascendentes expresan el amurallamiento inexorable, la neo-desaparición de la naturaleza, hasta la mutación laberíntica. Ahora bien, la casita de Fernando Peña Defilló en el medio o en el tope, reintroduce el elemento humano y cultural auténtico, con la factura deleitable del artista dominico-cubano.
Otro milagro del arte y del esmero cualitativo de Ángel Urrely, que nunca pone título a sus dibujos, la alegoría de un magno amanecer con elementos ornamentales republicanos, es metáfora de una esperanza irradiante, dominando el mar de torres.
Inés Tolentino. Inés Tolentino investigó temas definitorios de Fernando Peña Defilló en distintos períodos, tratados por él, durante décadas, aun hasta obras últimas: el cuerpo humano, la cotidianidad circundante, los reinos de la naturaleza.
Así, las mariposas que tanto el maestro representó y formuló, la artista las sublimó en una exquisita plancha de lepidópteros dominicanos.
Virtuosa del dibujo, dominado tanto en el trazo fluido y preciso como en la expresión de la conciencia y el mensaje, siempre atenta a la percepción de la obra magistral, ella hace un trabajo inconfundible entre variación poética y ejecución refinada. Construye obras totalmente personales, emparentadas con un modelo reverenciado. Casi siempre, Inés Tolentino “florece” el papel con manchones imprecisos que cumplen una función simbólica importante de evocación del tiempo.
Alude a pinturas y valores -serán casi una revelación para muchos-, como panes, frutas o cuchillo que Peña Defilló colocaba en exquisitos bodegones: Inés Tolentino los trasciende en una visión orgánica, sensual, ritmada.
Y la siembra de tubos es guiñar de ojo al famoso autorretrato de Papo, instalado delante de su ajuar de pintor.
Otro autorretrato la inspiró, tan contemplativo como impactante, Fernando Peña Defilló departiendo en un café parisino con amigos, Inés Tolentino, debajo del retrato que ella acrisola, superpone pequeños “post-it”, deshojando páginas de memorias, ¡que llegan hasta el presente de los chalecos amarillos! “Arde París” es una obra emblemática y sobresaliente en todos los sentidos. El cuerpo humano motiva dos dibujos especiales, emotivos y emocionantes.
La posición precisa de “Cuerpo presente”, su orientación y extensión en el espacio, concentra dramáticamente la mirada en dos manchas rojizas: intelectualmente invoca el famoso cuadro de Papo, pintado en 1972.