La señora Nadine Menéndez ahora resulta ser la destinataria final de las múltiples culpas de su esposo. Contra la pared y desprestigiado intenta salvarse de lo que todos sabían dentro y fuera de Washington: Bob no conocía de límites.
Sus bonches en Puerto Rico y República Dominicana eran antológicos.
Chicas, excesos y miembros de las élites políticas bananeras decididos a complacer el apetito de cubanoamericano.
Y en el interés de hacerse simpáticos muchos incurrieron en un vendaval de indelicadezas para caer en la gracia del bien conectado político de Estados Unidos.
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Aquí, un ejército de serviles en romería con el patrocinio del oftalmólogo, caído en desgracia posteriormente, estructuraban travesuras para dañar a quienes les enfrentaban.
Después llegó la oscuridad: el IRS descubre su engaño, llega la sentencia condenatoria y un decreto de indulto para liberar al prisionero en el tramo final de su existencia.
Aquellos ya no se ufanaban de los vínculos y protección. Por eso, cuando los excesos del poder se orientaron en otra dirección para recibir coimas de diamantes y carros lujosos, el FBI hizo su labor porque «perro huevero, aunque le quemen el hocico». Y ahora que las acusaciones tienen los tribunales de New Jersey de trinchera acusatoria, se inicia la etapa de salvamento pretendiendo liberarlo de los cargos criminales que concluirán una carrera de oprobios. Con la villanía de procurar que su compañera de vida asuma en sus espaldas responsabilidades ajenas.
Despojado de su condición de jefe del Comité de Política Exterior senatorial, concluye el ciclo de chantajes en toda la región.
La sentencia llegará, y como lección, la grandeza divina de reiterarnos la corta duración de la falsedad y sus exponentes. Atrás quedarán las ínfulas de sus socios locales e interés de convencer al resto de lo táctico y pragmático de estar en buenas con Bob.
Dios en su divina providencia sabe perfectamente que no existe plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague.
De ahí, sin importar la lección, pronto encontraremos los alicates locales intentando reproducir el esquema de genuflexión que, hacia el futuro, tendrán un nuevo personaje con similares consecuencias. Bob, siendo Bob.
¡Dios mío, no aprenden!