Los ciclos de la vida generan enseñanzas oportunas, casi siempre, desdeñadas por los actores fundamentales, pero interpretadas correctamente por el resto de la sociedad. Inclusive, hasta en el mundo deportivo, los riesgos de no prevenir a tiempo las limitaciones propias de un dilatado ejercicio y desarrollo acarrean fínales traumáticos.
En el baloncesto, las destrezas de Julius Erving junto al hilo sucesoral de Magic Johnson, Larry Bird, Michael Jordan dieron paso al sensacionalismo de Steven Curry, Jalen Brown, Jay Morant, Lucas Donzí, Nicola Jokic y Anthony Edwards. Los que adoran el béisbol evocan a Willie Mays, Pete Rose, Juan Marichal, Dusty Baker, Don Mattingly, Tony Gwynn, Alex Rodríguez y Shohei Ohtani. Todos, glorias deportivas bien ponderadas y ejemplos de épocas irrepetibles.
Contrariando la regla del deporte, implacable en materia de tiempo y utilidad, la vida pública no parece tener sentido de caducidad. Por el contrario, el anhelado relevo siempre será postergado por actores que retrancan los procesos en interés de prevalecer por encima de los otros.
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Los retardos del proceso democrático obedecen al componente de eternización de políticos, acompañado de estructuras partidarias construidas a imagen y semejanza de sus agendas. Y una vez fraccionada la organización original, el desvío hacia nuevas estructuras acarrea la desgracia de reproducir productos que descansan en la personalidad del líder. Pocas veces borran sus vicios y se reiteran las aberraciones que dicen combatir.
Cada proceso electoral retrata las dificultades de aspirantes que dejan al ciudadano la opción de radiarlos del afecto sin exhibir la dosis de ponderación de dar el paso atrás. Y los ciclos, como señal del tiempo, estructuran mensajes de una terrible significación. Las elecciones de mayo 19 cargan en su vientre el deseo de una sociedad con capacidad de deslindar entre el pasado y futuro.
Por eso, los sondeos e indicadores rigurosos proyectan simpatías caracterizadas en una intención partidaria y coalición política capaz de conducir al país en los rieles del siglo 21.
El acierto del PRM en ganar el relato de renovación, contrasta con ofertas partidarias ancladas en el pasado y/o de servidores del ayer en copa nueva. Lo que pauta el sentido común es darle contenido a una mayoría potencialmente a expresarse en las urnas, dándole razón y esperanza al núcleo básico de un país profundamente impactado por el incumplimiento de un segmento amplísimo de la clase política.