Para muchas personas Dios es un ser que se encuentra muy lejos de sus vidas. Sin necesidad de someterse a un rigor teológico saben que se trata del creador del universo y de todas las cosas gracias a sus grandes atributos divinos.

Actualmente en nuestras sociedades ya poco se libran batallas de convencimientos a ateos y a individuos arreligiosos que buscaban destruir la idea de un ser Todopoderoso.

Sin embargo, el gran problema actual es la existencia de un ser humano queriendo hallar satisfacción plena en la vida pero por sí mismo.

Existe la creencia de que lo importante para ser feliz es tener cosas materiales para complacer, entonces, los apetitos del cuerpo y los deseos del alma.

Pero, lamentablemente, la realidad nos indica que esto es imposible.

El dinero, el poder, los placeres y todas esas cosas no tienen la capacidad de llenar las demandas del hombre.

Son importantes y juegan un gran papel en este mundo, pero no lo es todo.

Millonarios se suicidan, toman pastillas para dormir, no se llevan con nadie, viven mal humorados y sus hogares no son el mejor ejemplo.

El problema es que la humanidad fue creada y diseñada para mantener de manera permanente y por siempre una relación muy estrecha con su creador.

Mientras más nos alejemos de él, mayor será la insatisfacción.

No es que Dios sea un ser egoísta que busca una concentración caprichosa de la atención de todos los seres hacia él como si se tratara de un tirano megalómano.

La razón es que él es la fuente de todo bien y de todo bienestar pleno. Mientras más nos acerquemos a su presencia y consagremos nuestras vidas a su devoción, mayor felicidad recibiremos y mayores valores buenos irradiaremos hacia el universo.