Por Bienvenida Polanco-Díaz
Un ‘Libro Becerro’ es un registro compilatorio de memorias, disposiciones, bienes materiales y de diversa índole, de una institución o de un lugar. Debe su nombre a la referencia de la piel de becerro en que originalmente se inscribía, durante el Medioevo, información eclesiástica, como asentamientos, tributos, herencias, beneficios, bienes donados y de forma especial los linderos de las posesiones. Posteriormente el término extendería su utilidad a ámbitos diversos –Libro becerro de las Behetrías de Castilla, Libro becerro de Perú, Libro becerro de la Universidad de Salamanca, etcétera-.
El que nos ocupa data del siglo XVIII, el siglo de la Ilustración y del afán de clasificaciones y taxonomías; documenta la vida de la ciudad de Santo Domingo y las costumbres de sus habitantes con anotaciones pertenecientes también al siglo XIX entre 1861 y 1865 época de la anexión a España.
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Fondos documentales
En términos prácticos, el ‘Libro becerro de Santo Domingo’ que ha sido entregado recientemente al Archivo General de la Nación por la alcaldesa del Distrito Nacional, Carolina Mejía, dentro del aniversario 525 de la fundación del cabildo, es más bien un ‘Libro de apeo’, como modernamente se denominan los ‘libros becerro’, quedando este nominativo restringido a compilaciones de la época medieval. Los ‘Libros de apeo’ -posteriores y de mayor alcance-, combinan registros catastrales, fueros, derechos y privilegios, sucesos históricos reseñables y jurisdicciones de un lugar, de entidades políticas o religiosas.
En general, los documentos más remotos de que disponemos corresponden al siglo XVI y son los Archivos del Arzobispado de Santo Domingo, cuyos Libros de Bautismos, Matrimonios y Defunciones parten y son posteriores al 1586 –en este punto remito al lector a la segunda pieza de mayor antigüedad conservada de la toda literatura dramática hispanoamericana, el ‘’Entremés de Llerena’’, pieza corta escrita y estrenada en Santo Domingo en 1588; se encuentra en resguardo en el Archivo de Indias, Sevilla-. En el resto del ámbito secular nuestras reliquias de escritura se remontan a los siglos XVII, XVIII y XIX, estando entre ellos los fondos de los ‘Archivos Reales’ de Higüey, Bayaguana y Monte Plata que reposan en el Archivo General de la Nación.
AGN, custodiante
Personalmente me declaro en gratitud como ciudadana de mi país al constatar el respeto que inspira a todos el Archivo General de la Nación (AGN). No dudo que esta razón ha movido a la alcaldesa de Santo Domingo a hacer la entrega formal del ‘Libro Becerro’ de la ciudad capital. El registro datado en el siglo XVIII y que debió haber estado desde hace tiempo bajo la correcta custodia no era el único existente sobre la ciudad. En el mismo ‘Libro Becerro’ se menciona que en el Cabildo existían tres libros de ‘’proprios’’ de los cuales se hizo cotejo y confrontación.
La ‘Revista Clio’ publicó en su número 174 del 2007 un extenso estudio de Américo Moreta sobre el tema, a partir de una versión del ‘Libro Becerra de Santo Domingo’ entregada a él por el investigador Raymundo Gonzalez: ‘’La versión que he podido revisar pertenece al historiador Raymundo Manuel González de Peña, a quien agradezco la gentileza de haberla puesto a mi disposición, y fue transcrita por fray Vicente Rubio y Genaro Rodríguez Morel, quienes indicaron que el inicio del libro se hizo en letra capital elegante del siglo XVIII y con tinta roja’’.
‘Libro Becerro del Muy ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de esta Muy Noble Ciudad de Santo Domingo, Capital de La Española, abril de 1778. Transcripción fray Vicente Rubio y Genaro Rodríguez Morel’. Documento de 269 folios; 267 en la numeración anterior.
El antiguo texto se define como ‘’la constancia más exacta de la ubicación de la ciudad’’. Menciona la existencia de más de un libro becerro, como el del asiento de la casa de don Antonio de Roxas, ‘’en la calle que va de la Plaza Mayor a la del Contador (actual Isabel la Católica), colindando ambas rinconadas con el Palacio Real (Casas Reales)’’; otros libros becerro serían de 1738 y de 1748.
Una obligada referencia a José Gabriel García define el códice como “(…) el útil acuerdo que el día 7 de abril de 1778 tomó el muy ilustre Cabildo y Justicia y Regimiento de la Ciudad de Santo Domingo; para que practicaran la mensura y deslinde de los proprios y la confrontación de papeles y libros antiguos’’. El Libro Becerro principal no comprende -explica Moreta Castillo- la totalidad de los habitantes de la urbe, sólo aquellos que habitaban casas propiedad del Cabildo, que para entonces mantenía su antiguo nombre de Justicia y Regimiento de la Ciudad de Santo Domingo, Capital de la Isla La Española; y a aquellos que habían construido mejoras en inmuebles solares propiedad del Cabildo; es decir, básicamente un volumen para el control y seguimiento de las anualidades que constituían ingresos por concepto de arrendamiento.
El más ilustre de los inquilinos que figuran en el Libro Becerro es el Deán de la Catedral, Dr. José Núñez de Cáceres, tío del gestor de nuestra primera independencia, quien ‘’pagaba la pensión de seis pesos, tres reales y un tercio cada 31 de diciembre por el suelo de la casa baja que posee en la calle Principal de Santa Bárbara, tramo de la actual calle Isabel La Católica que va de la Plaza del Contador a la Iglesia de Santa Bárbara’’. En el folio 25 más antiguo aparece una acta instrumentada el 7 de agosto de 1882, año 39 de la Independencia y 19 de la Restauración, en la cual se certifica que al hacer arreglar y encuadernar el Libro Becerro habían observado ‘’la falta de nueve fojas’’, Libro Becerro. Folio 71, antiguo 69.
El Libro Becerro también contiene los ramos de los llamados “proprios” que abarcan ingresos por: tributos, pensiones, pedazos de huerta o conucos en arrendamiento, arrendamiento de barca, arrendamiento de salinas, arrendamiento de sabana y egido, tenerías, arrendamiento del matadero, caza de reses caza de cerdos, noria de los proprios, tributos y pensiones redimidos. Es decir, la casi totalidad de los ingresos del Cabildo –Folios 221, 223,4-. El Libro Becerro no abarcó todos los sectores de la ciudad y podríamos afirmar que el mismo se limitó a la parte que se urbanizó, fundamentalmente a través de bohíos durante el siglo XVIII’’, enfatiza el autor.
En numerosas partes explicita el Libro Becerro un grado, significativo para la época, de flexibilidad en la estratificación social -‘’Antonio Sánchez, negro esclavo, bojío frente a la cerca del Convento de San Francisco, cuatro pesos de arrendamiento, folio 121, antiguo 119’’-… Y así en todo el libro se advierten negros libertos y mujeres cabeza de familia y hasta esclavos como arrendatarios. Sirven a múltiples fines las informaciones contenidas como fuente de datos económicos, socio-demográficos y arquitectónicos, para el conocimiento exacto de las calles, o bien por su instrumental genealógico.