Haití: un país incorregible

Haití: un país incorregible

José Miguel Gómez

El aprendizaje es cultural, social y cognitivo. Al cerebro lo evoluciona la cultura. Los procesos sociales, las vivencias y los traumas modifican la lectura genética llegando a alterar el ADN. Al menos así lo explica la epigenética.

De las experiencias negativas, del dolor y la repetición de los hechos, se van almacenando en el cerebro, para luego convertirse en emociones, sistemas de creencias, conductas y resultados de vida. Solo la educación integral, los cambios estructurales, las normas y regulaciones sociales, junto al crecimiento económico, social y espiritual, reproducen un nuevo ser humano capaz de adaptarse de forma sabia e inteligente para la convivencia pacífica, la tolerancia, el respeto a la diversidad, al aprendizaje democrático y a la paz social.

La mayoría de los países latinoamericanos salieron más o menos bien de sus dictadores, maduraron un poco, democráticamente hablando, permitieron la partidocracia y respetaron algunas reglas para viabilizar la alternabilidad política.

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En Haití no se ha podido ni con intervenciones, ni con imposiciones, ni con recursos, ni con acuerdos, ni militarizando, ni creándoles y ayudando en la escogencia de líderes; ya sean empresarios, religiosos, artistas, intelectuales, etc.

Psicológicamente hablando, Haití es un país incorregible, con el pronóstico del que vive bajo “el síndrome del que no avanza”.

Ante la ausencia de no desmontar su sistema de creencia, romper con los prejuicios, los aspectos simbólicos y el aprendizaje cultural de siglo XIX.

Producto de un atraso que la parte prefrontal del cerebro no logra discriminar, entender razonar, y hacer uso crítico y constructivo para crecer, avanzar, adaptarse y superar el pasado, para vivir el presente y construir el futuro.

El Haití incorregible ha preferido el modelo del pasado: confrontación, el odio, la rivalidad, la victimización la negación, la reactividad, el conflicto, la lucha desorganizada y la violencia social, junto a la desesperanza aprendida.

El presidente Abinader, la Cancillería y los altos mandos militares deben de entender el modelo político – social y conductual que se aplica a alguien incorregible: poniendo límite, no involucrarse en sus conflictos internos, mantener las normas y reglas, no dejarse provocar, pero enseñarle el control, las decisiones y lo que no es negociable.

Al incorregible se le escucha, pero no se les ceden violación a las normas, ni las reglas, y cada vez que las viola se aumentan los castigos, se le aumenta la vigilancia, se mantiene el control; pero no se le niega ni el alimento, ni la medicina, bajo las normas y reglas.

La ONU ni la OEA van a mirar para Haití por ahora, la guerra entre Israel y los grupos terroristas, Ucrania y Rusia, y los asiáticos son conflictos de mayor atención. Por eso han dejado de lado al conflicto en Nicaragua, Cuba, Guatemala y Haití.

El incorregible Haití seguirá desafiando, victimizándose, presionando por el canal, cuando su conflictividad son las bandas, la ausencia de presidentes, de instituciones, la ausencia y carencia de todo. Pero el incorregible Haití se sostiene del desafío, no de la racionalidad ni la disposición a cambiar.

Conductualmente a los desafiantes e incorregibles que, la mayoría de veces han perdido o no han aprendido a desarrollar la inteligencia emocional, social y espiritual, junto a la frustración de no contar con habilidades y destrezas para entenderse como grupos sociales terminan padeciendo de la crisis de identidad invisible.

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