El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien disputará la segunda vuelta de las elecciones frente al exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, afirmó este martes que el país deberá optar entre “el primer mundo” y la “escoria comunista».
Bolsonaro, en campaña para la cita con las urnas del próximo 30 de octubre, volvió a agitar el fantasma del comunismo en un mitin celebrado en Río Grande do Sul, estado que limita con Argentina, y a valerse de la crisis económica del país vecino para atacar a Lula, candidato de un frente progresista y favorito para las elecciones.
“Tenemos una fecha por delante que va a marcar el futuro de todos y en la que se deberá decidir si queremos libre mercado o injerencia del Estado, si queremos un país alineado con el primer mundo o con la escoria comunista”, dijo en un gimnasio de la ciudad de Pelotas.
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Bolsonaro mantiene una tensa relación con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, que a su vez es muy cercano a Lula, e insistió en que cuando se celebraron las últimas elecciones en ese país auguró que la victoria del líder progresista causaría un “desastre” económico.
“Así fue, y lo lamentamos por nuestros hermanos argentinos”, que “hoy siguen el camino de Venezuela, el país más rico del mundo en petróleo y cuyo pueblo está en una situación peor que nuestros hermanos haitianos”, afirmó el líder de la ultraderecha.
Alertó además que “lo que pasa en esos países, en Chile, Colombia y en nuestra Nicaragua”, también puede ocurrir en Brasil.
“Todos saben que eso que pasa allá puede pasar aquí”, pero eso “solo depende de la decisión que tomen los brasileños” el próximo 30 de octubre, incidió.
“Esa fecha marcará la lucha del bien contra el mal. Y el bien siempre vence”, exclamó ovacionado por cientos de personas.
La primera vuelta de las elecciones se celebró el 2 de octubre y Lula se impuso con un 48,4 % de los votos, mientras que Bolsonaro recibió el 43,2 %
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Así como hizo tras la primera vuelta, Bolsonaro admitió que una parte del país quiere que “algunas cosas cambien”, pero insistió en que “el cambio nunca puede ser para peor” y que mucho menos puede suponer “la pérdida de la libertad de los brasileños».