A la acción y efecto de llevarle la contraria a un gobierno en la vida política democrática se denomina oposición, la que suele actuar atacando persistentemente la conducta del partido en el poder basada en razones de conveniencia o de legalidad. Por tanto, se llaman fuerzas opositoras a las agrupaciones legalmente reconocidas que sustentan esa actitud.
Obviamente, la oposición se ejerce fuera del poder y es, en sí misma, una verdadera y trascendental función del Estado democrático puesta en manos de los partidos políticos, considerados por antonomasia instrumentos de participación popular en la vida pública.
En la República Dominicana, la oposición política actual es sui generis. Multipartidista, abigarrada, pues actúa erróneamente y amontona elementos heterogéneos sin coherencia, pero, sobre todo, sus líderes compiten entre sí exhibiendo egos inflados por los éxitos circunstanciales del ayer e insuperables escisiones par tidarias del pasado reciente.
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La oposición política se reduce a apenas tres partidos: Fuerza del Pueblo, liderado por el expresidente Leonel Fernández, quien aspira a retornar a la mansión ejecutiva, cabeza de una fragmentación surgida del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), actualmente bastante disminuido, que lleva de candidato presidencial al debutante Abel Martínez, personaje que no es el líder de su partido, título que recae sobre el expresidente Danilo Medina. El tercer miembro de la oposición es el diminuto PRD, cuyo candidato y guía es el ex canciller Miguel Vargas.
Las tres organizaciones han conformado el ente electoral Alianza Rescate, que pretende, dividido, ganar las elecciones presidenciales de mayo próximo, apostando a una segunda vuelta que no parece vislumbrarse en el horizonte electoral, dada la amplia ventaja que las encuestas conceden a la reelección del presidente Luis Abinader.
Luego de cinco años de abierta enemistad, Fernández y Medina concurrieron hace pocos días a un acto electoralista, promovido con expectativas desaforadas que resultaron insatisfechas, pues, al final, un tímido abrazo entrambos nada impactó a la opinión pública y el anuncio publicitado de apoyar a los candidatos a legisladores, decepcionó a la concurrencia. Pero así actúa la oposición política dominicana en la presente coyuntura electoral: sin planes alternativos y dividida.
Mientras tanto, Abinader goza del apoyo abrumador que electoralmente le aportan más de 20 organizaciones de la partidocracia nacional, teniendo como telón de fondo la estabilidad institucional y económica y la transparencia en el manejo de los recursos públicos.