El presidente Luis Abinader no contaba en su hoja de vida con un puesto público, ni cargos congresuales. El aprendizaje descansaba en la crianza, la profesión y las empresas familiares. La vida política partidaria era corta, pero a la vez, intensa y rápida. Manejó la caída y la frustración de su primera intención al poder de forma sabia e inteligente: “El hombre que se ha levantado es más significativo que el que nunca se ha caído”. Es decir, el que nunca se ha caído no se conoce, no sabe de su fortaleza emocional, de su carácter y de sus habilidades para seguir adelante.
La madurez del presidente Abinader en el poder ha sido visible, constante y asertiva en los momentos y las circunstancia de mayor estresores psicosocial, socio-económico y políticos: pandemia, inflación, crisis haitiana, presión social y desafíos partidarios.
¿Pero qué es la madurez? es un aprendizaje constante que se da entre la inteligencia, la capacidad para resolver problemas, proteger la vulnerabilidad, conectar con los demás y fluir en la vida de forma asertiva y sana. Todo esto junto a la experiencia social, y a la inteligencia espiritual, es lo que nos lleva a la sabiduría. Es decir, madurez, adaptación psicosocial e inteligencias, más experiencia acumulada lleva a la sabiduría. Una persona con madurez se hace tolerante, discreta, prudente, aprende a manejar el silencio, a resolver conflictos y adversidades de forma asertiva y adaptativa.
El poder es complejo, se administran conflictos, emociones y temperamentos de funcionarios, de grupos, de partidos y la diversidad de un país sin raíces institucionales, de pobre educación socio-cultura y de altos indicadores de trasgresión a las normas y en hacer lo correcto.
Luis Abinader ha madurado en el poder, le ayuda su carácter, su temperamento, sus rasgos de personalidad y sus habilidades. Pero también, su capacidad de adaptación, su flexibilidad cognitiva, su buen manejo de la prudencia y su espíritu de competidor.
La madurez le ha enseñado a poner distancia con lo incorrecto, a no construir grupos partidario.
El presidente Abinader es el líder del PRM, ha demostrado fortaleza emocional, manejo del conflicto, tolerar presiones y criticas dentro de su partido y los intereses de grupos; aprendió a ceder y a distribuir cuotas de poder para ganar tiempo, respeto y fluir como un líder redefinidor.
A demás, supo escoger a Raquel Peña para la vicepresidencia, una mujer con el perfil adecuado: inteligente, sin grupos y sin pretensiones de poder político, discreta, trabajadora, asertiva y respetada.
La madurez no la dan las canas, ni las arrugas, se deja sentir en el manejo de la proporcionalidad, de adelantarse a las consecuencias, del olfato y el tacto para discriminar la vanidad, la gula y la soberbia. “ El hombre es más que él y sus circunstancia”. Más que el “dejar hacer y dejar pasar”. El poder enseña, pero se desaprende, se hacen favores, pero no se debe vivir de la cultura del favor.
Se huele que el Presidente seguirá en el poder. Serán los años más cruciales y más desafiante para demostrar que el liderazgo de Abinader transcendió al PRM.
El tiempo, solo el infalible tiempo sellará el antes y el después de Luis Abinader Corona.
Nota: quien escribe no realiza ningún perfil del Presidente, no tiene cargo en el Gobierno, ni aspira a privilegio alguno del Estado.