Parte 2 de 3
Literatura y ciencia
Mary Shelley se erige como un ejemplo de inteligencia, sensibilidad y perspicacia. Su legado perdura como un testamento de la facultad del arte para iluminar los rincones más oscuros de la experiencia humana. Shelley fue una joven estudiosa, intuitiva y conocedora que tenía la costumbre de observar con atención y detalle lo que sucedía a su alrededor. Se identificada con la naturaleza de tal manera que era capaz, a través de su don poético narrativo, de develar la magia oculta y los más profundos secretos del hábitat del ser humano. Los paisajes representados en su obra “Frankenstein o el moderno Prometeo” cobran vida bajo su mirada, impregnados de una atmósfera lírica que fusiona al observador con lo observado. No solo percibe el mundo que la rodea de manera especial, sino que lo interpreta y lo transforma en una obra maestra.
La novelista contaba con una capacidad aguda para descubrir y comprender los detalles sutiles y complejos de su entorno, así como con una facultad excepcional para advertir la verdad subyacente o las motivaciones detrás de lo que observaba. Esta mirada intuitiva y analítica crítica del mundo que la rodeaba se volcó en signos y símbolos únicos tanto en su representación literaria como en el abordaje de la ciencia y la tecnología a través del accionar del protagonista, Víctor Frankenstein, y de la criatura (monstruo creado o coprotagonista). En el protagonista ello se convierte en investigación, preguntas, teorías, explicaciones tentativas, experimentación, diseño de su monstruo y dudas. En ella como autora, resulta en una muestra de sus conocimientos e intertextualidad. En el lector que aborda la obra se convierte en reflexión, análisis de lo percibido e interpretación del universo de la novela.
En «Frankenstein, el moderno Prometeo», de Mary Shelley, se describen paisajes impresionantes: las montañas suizas, el glaciar del Monte Blanco, el Valle de Chamonix (en los Alpes franceses). Las descripciones detalladas contribuyen a crear una atmósfera vívida y evocadora que complementa la trama y el tono de la historia. La parte de la narrativa que involucra al doctor Frankenstein y al marinero tiene lugar en el mar Ártico, cerca del Polo Norte. Durante este segmento, se describe la vastedad y la desolación del paisaje ártico, con sus campos de hielo, icebergs y glaciares flotantes. Shelley utiliza la descripción del entorno para resaltar la sensación de aislamiento y desesperación que experimenta Frankenstein mientras persigue a su creación a través de esta inhóspita región.
Veamos una de las descripciones que no solo evoca la majestuosidad de la naturaleza, sino que también refleja el estado emocional y mental del protagonista. Mary Shelley no solo pinta un cuadro visual impresionante de las montañas y el río, sino que también transmite la sensación de asombro y fascinación del personaje ante la grandeza y la belleza de la naturaleza:
«Mi apesadumbrado ánimo mejoraba sensiblemente a medida que me sumergía en el barranco del Arve. Las inmensas montañas y precipicios que se levantaban a cada lado, el ruido del río corriendo entre las rocas y el estruendo de las cascadas hablaban de un poder omnipotente. Dejé de temer y de inclinarme ante cualquier presencia menos todopoderosa que la que había creado y organizado los elementos, aquí expuestos en su más maravillosa apariencia… Y los poderosos Alpes la aumentaban y la hacían sublimes, con sus pirámides y cimas blancas y resplandecientes que lo dominaban todo, parecían pertenecer a otro mundo y ser morada de otra raza de seres” (Shelley, 2014, p.130; original 1817).
La escritora aborda múltiples temas científicos en su novela «Frankenstein». Recordemos que Mary Shelley escribió la novela en el contexto de la Revolución Industrial y el auge del pensamiento científico en Europa. La sociedad estaba experimentando avances significativos en campos como la medicina, la física y la química… Todo ello generaba un gran interés público en la ciencia y sus posibles aplicaciones. La autora utiliza la historia de Frankenstein para reflexionar sobre las implicaciones éticas y morales del progreso científico descontrolado. La novela cuestiona hasta dónde deben llegar los científicos en su búsqueda del conocimiento y si deben tener en cuenta las posibles consecuencias de sus acciones. Por otro lado, hay una notoria experimentación con temas existenciales: la obra examina preguntas fundamentales sobre la naturaleza humana, la creación, la vida y la muerte.
El uso de elementos científicos, como la creación de vida artificial, sirve como vehículo para explorar estos temas y sus implicaciones filosóficas. La ciencia no ha encontrado una manera de revivir a una persona que ha sido declarada legalmente muerta, aunque a lo largo de la historia, ha habido experimentos y especulaciones sobre cómo reanimar a los muertos, pero no hay evidencia científica creíble que respalde estas afirmaciones. Algunos científicos y médicos han investigado métodos para resucitar a personas que han experimentado paros cardíacos o respiratorios, pero estos esfuerzos se centran en la reanimación de personas clínicamente muertas; muy pocos, en la resurrección de personas que han estado muertas durante un período prolongado.
Mary Shelley aprovechó la ciencia de su época dándole un giro creativo increíble que le permite al lector en un diálogo imaginario con la escritora decirle: “Acepto tu reto, creo lo que cuentas en el universo que has creado para mí”. Aquí menciono algunas de las investigaciones: la electrofisiología y el galvanismo: el aspecto más destacado de la novela es la creación del monstruo por parte de Víctor Frankenstein con partes de cadáveres y la transmisión de vida proveniente de la electricidad natural (el rayo). En la época de Mary Shelley ya se estaban realizando experimentos con electricidad y se había comenzado a explorar el galvanismo (estudio y aplicación de la electricidad en el cuerpo humano). El término se deriva del nombre del físico italiano Luigi Galvani, quien realizó experimentos pioneros en el siglo XVIII sobre la relación entre la electricidad y los organismos vivos.
Hoy en pleno siglo XXI existe el desfibrilador, instrumento que funciona mediante la administración de una descarga eléctrica controlada al corazón de una persona que está experimentando un ritmo cardíaco irregular o detenido. La novela también incluye temas relacionados con la anatomía y la cirugía, especialmente en lo que respecta a la disección de cadáveres y la idea de crear vida a partir de diferentes partes del cuerpo humano. La idea de crear un ser humano se remonta a la mitología y a relatos antiguos (mitos babilónicos y bíblicos…), pero en términos más modernos, la noción de la creación de un ser humano a partir de partes del cuerpo humano se popularizó con la novela «Frankenstein» escrita por Mary Shelley en 1818. Los primeros registros de injertos de piel se remontan a la antigüedad en la India y en otras culturas antiguas. Sin embargo, los avances significativos en la cirugía de injertos de tejido comenzaron a surgir en el siglo XIX, especialmente con los trabajos de médicos como Carl Ferdinand von Graefe. El primer injerto de corazón humano se realizó el 3 de diciembre de 1967 en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, por el cirujano Christiaan Barnard. El primer injerto de cara completa se llevó a cabo en 2010 en España con el equipo médico liderado por el doctor Joan Pere Barret, del Hospital Vall d’Hebron en Barcelona. En cuanto al trasplante de cabeza completa ha habido algunos intentos y experimentos en animales, pero la viabilidad y ética de realizar un trasplante de cabeza humana completa siguen siendo temas de debate en la comunidad científica y bioética. Trasplantar una cabeza humana con buenos resultados de movilidad y esperanza de vida son palabras mayores, pero continúan los intentos.
La novela aborda temas éticos y morales relacionados con la ciencia, como la responsabilidad del científico hacia su creación y las consecuencias de traspasar los límites de lo que es éticamente aceptable en la búsqueda del conocimiento y el progreso científico. La escritora es capaz de entender las emociones y los estados mentales que provoca lo observado y ajusta todo a la caracterización de sus personajes.
Mary Shelley busca comprender el significado y la importancia de lo observado y este enfoque meticuloso y profundo dota a su obra de una universalidad atemporal y lo convierte en una obra clásica de la literatura universal.