Esta es la tercera y última parte de este pequeño y enjundioso libro que localicé en Madrid, titulado “Lecciones de la Historia”, una versión en español de una vieja e importante obra escrita en 1968, por los historiadores estadounidenses Will y Ariel Durant.
En la segunda parte abordamos hasta el capítulo VII. Iniciamos esta tercera con el siguiente, capítulo VIII, que aborda el tema Economía e Historia. Inician su reflexión, como era de esperarse, haciendo alusión a Carlos Marx. Señalan que el intelectual alemán aseguraba que la historia era la economía en acción; la competencia entre los individuos, las clases y los Estados por la comida, el combustible, los materiales y el poder económico. Y que las formas políticas, las instituciones religiosas y las creaciones culturales tenían sus raíces en la realidad económica. A partir de entonces hacen una revisión básicamente de la historia europea sobre la evolución de sus economías que trajo consigo luchas políticas para concluir: “Llegamos a la conclusión de que la concentración de la riqueza es natural e inevitable y se alivia periódicamente mediante una redistribución parcial violenta o pacífica. Desde este punto de vista, toda la historia económica es el lento latido del organismo social, una vasta sístole y diástole de concentración de la riqueza y la recirculación compulsiva”. (P. 79)
Si los Durant hubiesen escrito en el siglo XXI sus reflexiones quizás no hubiesen escrito el capítulo IX “Socialismo e Historia”. Pero, como se dijo en el capítulo anterior, sus reflexiones surgieron en 1968, en plena Guerra Fría, y en pleno auge de la URSS. Hoy, lo que ha evidenciado la historia es que la acumulación de riquezas, base fundamental del capitalismo, permeó a esos países llamados socialistas; y que ellos, en su afán de control crearon capitalismos de Estados. Los historiadores estadounidenses inician su reflexión afirmando, y algo que hay que destacar es que para su momento y sus circunstancias sus posiciones son muy estoicas y objetivas: “La lucha del socialismo contra el capitalismo es parte del ritmo histórico en la concentración y dispersión de la riqueza. El capitalismo, por supuesto, ha cumplido una función creativa en la historia (…). En la libre empresa, el estímulo de la competencia y el celo y el entusiasmo de la propiedad despiertan la productividad y la inventiva de los hombres…” (P.82) Como puede observarse, defienden al modelo occidental porque permite la competencia y la libertad. Pero reconocen que en ese juego de poder, “el miedo al capitalismo ha obligado al socialismo a ampliar la libertad, y el miedo al socialismo ha obligado al capitalismo a aumentar la igualdad. El este es el oeste y el oeste es el este, y pronto los dos se encontrarán”. (P.94) ¿Una predicción? ¡¡¡Si!!! Ya se encontraron y todo el mundo está viviendo bajo la lógica del mercado y del capital.
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En el capítulo X, titulado “Gobierno e Historia”, los esposos Durant afirman que la historia ha demostrado siempre que en todos los tiempos y lugares han existido formas de gobierno. “Puesto que los hombres aman la libertad, y la libertad de los individuos requiere alguna regulación de conducta, la primera condición de la libertad es su limitación; hazla absoluta y morirá en medio del caos. Así que la tarea principal del Gobierno es establecer el orden; la fuerza incalculable y disruptiva es la única alternativa en manos privadas. El poder converge de forma natural hacia un centro, porque es ineficaz cuando se divide…” (P.94).
Uno de los más interesantes es el capítulo XI, que se refiere a “Historia y Guerra”. Desde siempre, desde sus orígenes, hasta hoy mismo, la humanidad SIEMPRE ha tenido enfrentamientos violentos. ¿las causas? Las mismas: “codicia, belicosidad y orgullo; el deseo de alimento, tierra, materiales, combustible, dominio”. (P. 113). Finalizan con una terrible sentencia: “Los Estados se unirán en una cooperación básica solo cuando sean atacados en común desde el exterior. Tal vez ahora estemos avanzando sin descanso hacia esa meseta superior de la competición; podemos establecer contacto con razas ambiciosas de otros planetas o estrellas; así pronto habrá una guerra interplanetaria. Entonces y solo entonces, los de esta tierra seremos uno”. (P.120). Es decir ¿seguiremos en eterno conflicto hasta el infinito?
El capítulo siguiente, el número XII, se titula “Crecimiento y Decadencia”. A través de los siglos hemos visto cómo civilizaciones suben hasta las estrellas para luego bajar y hasta desaparecer. Se preguntan los Durant ¿Existe alguna regularidad, en este proceso de crecimiento y decadencia, que nos permita predecir, a partir del curso de civilizaciones anteriores el futuro de la nuestra? Después de hacer un minucioso balance, ellos responden a su pregunta de la siguiente manera: “Las civilizaciones son las generaciones del alma racial. Así como la vida anula la muerte con la reproducción, una cultura envejece entrega su patrimonio a sus herederos a través de los años y los mares. Incluso mientras se escriben estas líneas, el comercio y la imprenta, los cables y las ondas invisibles Mercurios del aire unen a las naciones y las civilizaciones, preservando para todos lo que cada una ha entregado al patrimonio de la humanidad”. (P.131).
En el capítulo XIII, que es el último, y se titula “¿Es real el progreso?”, inician sus planteamientos señalando que teníamos que admitir que no ha existido ningún cambio sustancial en la naturaleza humana durante todos los períodos históricos; “por tanto habría que descartar que los avances tecnológicos son solo nuevos medios para alcanzar viejos fines: la adquisición de bienes, la persecución de un sexo por el otro (o por el mismo), la superación de la competición, la lucha de las guerras. Uno de los desalentadores descubrimientos de nuestro desilusionante siglo es que la ciencia es neutral: matará por nosotros tan fácilmente como sanará y destruirá por nosotros más fácilmente que lo que pueda construir”. (P.133).
Así terminan estas reflexiones. La historia ha demostrado que la humanidad sigue siendo la misma desde el principio de los tiempos; que la ambición de poder y dinero ha sido el leitmotiv de muchas hazañas, y no el bien común; que las guerras han sido parte de nuestra evolución y que matar por hambre, por ambición económica, política o religiosa ha sido también una triste constante. Triste verdad. Hasta la próxima.