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Minerva Bernardino

La feminista oficialista: archivos de una infiltración silenciosa del poder

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El feminismo oficialista —llamado hace un siglo ‘feminismo aristocrático’ por Carmen de Burgos— se encarna en la figura dominicana de Minerva Bernardino, diplomática, muy cercana al dictador Rafael Leonidas Trujillo, quien se convierte en caja de resonancia de las sufragistas estadounidenses con la marcada intención de convencer a nuestras pioneras de las “buenas políticas” del régimen para las mujeres.

Calculó cada aparición pública con esmero, y así como remite cuidadosamente sus apariciones públicas a la mesa de redacción de la revista Fémina, lo hacía también a los buzones de otras publicaciones femeninas, pero de naturaleza tiránica, tales como Hogar y La mujer en la Era, lo que le dotó con el aura de influyente y cercana con quienes luchaban por la ciudadanía, y esto le sumó para hacerse como secretaria general de Acción Feminista Dominicana, tal como se publica en 1934.

Su llegada al país, precisamente en febrero de 1934, motivó crónicas rosa que detallan la magna recepción social y su llegada en el “vapor Borinquen” desde Nueva York, tras representar a la República Dominicana en la VII Conferencia Panamericana celebrada en Uruguay en diciembre de 1933.

Ese fue el punto de arranque para que cada periplo fuera magnificado y ella redactara sus relatos en el país y hasta en la sede de Naciones Unidas, también compartiera sus fotografías. Uno significativo data de 1935: “Lo que vi en la Comisión Interamericana de Mujeres”, en el cual presenta un perfil de la feminista estadounidense Doris Stevens, impulsora de la Comisión Interamericana de las Mujeres desde el año de 1928.

También, en el proceso de constitución de un convenio internacional que posibilitara la igualdad entre hombres y mujeres, para 1937, Bernardino hace circular el “Formulario para Firmas” del Comité de Peticiones de la CIM, el cual sería sometido en la Octava Conferencia Internacional Americana a realizarse en Lima, Perú, a principios de 1938. En todos los diarios se celebra la noticia de que es ella la “rapporteur” de esta acción oficialista.

Ese año, con el firme y marcado propósito de borrar la labor de nuestras pioneras en 1934 en el primer voto ensayo, encabeza una segunda jornada similar para demostrar “los avances” de la preparación de las dominicanas para participar en unas elecciones. 

Bernardino reporta en todos los medios una participación de 278,803 mujeres votantes.

El caso de Minerva Bernardino evidencia cómo los regímenes autoritarios pueden instrumentalizar las luchas para legitimarse. Reconocer esta apropiación histórica es indispensable para comprender las tensiones entre poder y emancipación, y para evitar que las narrativas oficiales eclipsen las voces autónomas de las mujeres.

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ELVIRA LORA

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