Lío entre obispos impactó tres presidentes RD

Chichí de Jesús Reyes
A mediados de julio de 1865, cuando se produjo la salida de las tropas españolas, el obispo de Santo Domingo era monseñor Bienvenido Monzón y Martín, que delegó el gobierno de la iglesia en el sacerdote Benito Díaz Páez. Esta decisión fue dejada sin efecto por el presidente de la república con asiento en Santiago, general Pedro Antonio Pimentel, quien en sustitución de Díaz designó a Calixto María Pina, un sacerdote de mucho arraigo que había figurado en las luchas contra los españoles.
Dos meses antes, a mediados de mayo del mismo año 1865, Pimentel, ejerciendo un supuesto derecho de patronato, había “significado” (así decía el decreto), y sin consultar a Monzón, había nombrado al padre Pina como vicario general y gobernador eclesiástico, “debiendo entrar en funciones cuando se ajustaran las negociaciones de paz en proyecto con España”.
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Proclamado más adelante presidente de la república, Buenaventura Báez, dispuso “confiar” el gobierno de la arquidiócesis al padre Pina (el mismo a quien Pimentel, que a la sazón era ministro de Interior y Policía, había designado).
Derrocado Báez, y elegido presidente de la república José María Cabral, el Papa Pío XII, aspirando a mejorar la situación que se había formado, nombró delegado apostólico en Santo Domingo y gobernador de la arquidiócesis al presbítero Luis Bouggenon, de la Orden de los Redentoristas, decisión que cayó muy mal: mientras una parte del clero se mostró resignada, otros sectores se negaron a acatar la autoridad del padre redentorista.
Con ánimo de ponerle fin a tantos y tan grandes enredos, el presidente Cabral comisionó al padre Fernando Arturo de Meriño para que fuera a Roma y le expusiera al Papa las razones que habían movido al gobierno dominicano a no aceptar el nombramiento como gobernador de Bouggenon. Estando Meriño en Europa, Cabral lo propuso a Su Santidad como arzobispo de Santo Domingo, cuando apenas tenía 33 años.
Como la misión de Bouggenon no había sido reconocida por el gobierno, el cura redentorista traspasó sus poderes al sacerdote Juan de Jesús Ayala, cura de San Cristóbal, quien, con la anuencia de Bouggenor, los pasó (los poderes) a su vez al presbítero Francisco Xavier Billini, de 29 años, cuyo reconocimiento fue motivo de diferencias y controversias muy acaloradas en el seno del gobierno, por considerarse que su nombramiento era una derivación de la misión no aceptada por Bouggenor.
Derrocado el gobierno de Cabral, a fines de 1867, y proclamado nueva vez Buenaventura Báez como presidente de la república, rehabilitó a Bouggenon, quien confirmó el nombramiento de Billini y anuló la misión que Cabral había confiado a Meriño, así como la recomendación de este para arzobispo de Santo Domingo.
Con el gobierno del padre Billini apenas se mejoraron las cosas, y no podía ser de otra manera, debido a la profunda división de sentimientos que separaba a los más conspicuos miembros del clero y el consiguiente relajamiento de los vínculos de amor y disciplina que necesariamente debían unirlos.
En síntesis, la división que afectó a la iglesia Católica en los primeros dos años, después de proclamada la república, tuvo el protagonismo de ocho sacerdotes, incluyendo el Papa Pío XII y tres presidentes de la república: Pimentel, Báez y Cabral.