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Guardianes de la verdad Opinión
Sergio Sarita Valdez

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El doctor Francisco Eugenio Moscoso Puello nos legó una obra enciclopédica acerca de la historia de la medicina, titulada Notas para la Historia de la Medicina de la Isla de Santo Domingo. Para semejante trabajo literario, hubo de investigar y localizar variados documentos escritos desde los tiempos de la llegada de Cristóbal Colón a la caribeña isla de La Española en 1492, pasando por los cronistas de Indias, la ocupación francesa y luego haitiana, hasta completar con la entrada de los marines norteamericanos en el año 1916.

A propósito de nuestras publicaciones sobre la práctica de la medicina legal en la República Dominicana, me encontré con relatos interesantes de la casuística nacional. El doctor Manuel Mañón, quien fue catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, nos instruyó acerca de los orígenes de los curanderos en las zonas agrícolas del país. Los pobladores indígenas utilizaban un curandero llamado behique, quien se valía de hierbas y tabaco inhalado para formular la terapia a aplicar a los enfermos. Una vez exterminados nuestros aborígenes, estos fueron reemplazados por esclavos africanos que practicaban el vudú para atender los quebrantos de salud. Para el siglo XVIII, podemos hablar del criollo mulato, quien, cuando enfermaba, se le aplicaba una mezcla de santería, brebajes y fórmulas europeas.

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Fue a partir de nuestro año de pasantía, en 1967, cuando vivimos la experiencia de conocer la manera en que nuestros campesinos expresaban sus achaques. Casi siempre, antes de acudir al facultativo, habían probado remedios caseros. Si el mal no mejoraba, entonces acudían a sanadoras que aplicaban baños de hojas y botellas con raíces y hojas hervidas.

Existía en el área rural la creencia de que, durante la pubertad, no se podía comer frutas so pena de enfermar gravemente. Igualmente, se prohibía la entrada de la mujer menstruante a los sembrados de los conucos. Las personas que tostaban café y las que planchaban la ropa no debían bañarse durante 24 horas. Para los creyentes católicos, no se comía carne los miércoles y viernes cuaresmales, ni durante la Semana Santa.

Las embarazadas expresaban los antojos no complacidos a través de lesiones pigmentadas en la piel del bebé. Tan pronto se cortaba el cordón umbilical del recién nacido, se le aplicaba tabaco masticado en el ombligo. Las odontalgias, hijas de las caries, se manejaban con buches de ron o masticando clavo dulce. Las parturientas debían permanecer encamadas durante un período llamado «de riesgo» y se alimentaban con sopa de tallarines y caldo de gallina.

Cada región del país tiene características lingüísticas específicas para nombrar los achaques y para señalar las causas de ellos. En la región del Cibao al tétanos le llaman “pasmo”y entienden que su causa es debida a que la persona se bañó estando acalorada. En el sur es común inferir como víctima de un hechizo a una persona que ve deteriorarse progresivamente su bienestar de salud, refiriéndose al enfermo como individuo a quien le han echado un mal. Somos un país pequeño tradicionalmente rico en falsas creencias y supersticiones alrededor de la salud familiar.

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Sergio Sarita Valdez

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