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Navidad

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Las fiestas de fin de año, sobre todo la navideña, se caracterizan por los llamados a la reflexión sobre el presente y a desearle lo mejor al prójimo para estos días y para el año que llega. Esta vez, estas fiestas nos llegan en un año particularmente trágico para grandes grupos de seres humanos, víctimas de la violencia, guerras, persecuciones y un holocausto que, ante la indiferencia, el apoyo y la complicidad de las grandes potencias mantiene el gobierno israelí contra el pueblo palestino. Un fin de año en un siglo signado por el desprecio de fuerzas políticas y sociales a los valores universales de la dignidad y de los derechos humanos.

El siglo XX, continuando las grandes luchas y las transformaciones materiales del XIX, fue el de los grandes acuerdos internacionales para salvaguardar los derechos y conquistas sociales que sirvieron de base para la construcción de identidades político/partidarias, de grupos sociales, gremiales, sindicales, profesionales e intelectuales. Fue también el de las sólidas adscripciones a los grandes proyectos societarios, hoy todos en crisis.

Esta navidad ha sido particularmente aciaga para millones de seres humanos, perseguidos en nombre del mantener una imaginada pureza grupal, nacional. Por ejemplo, EE. UU., por su origen y/o estatus legal, millones de seres humanos, muchos con profundas raíces en ese país, no podrán salir a las calles a disfrutar las fiestas de fin de año con sus seres queridos. Temen ser devueltos a sus lugares de origen y que no conocen. Chile, de hondas raíces católicas, este diciembre ha elegido como presidente una figura que niega la barbarie de la dictadura de Pinochet y que amenaza con expulsar de ese país a miles de migrantes, entre ellos no pocos dominicanos, por sus estatus migratorios.

Anteayer, camino a San Cristóbal, después del peaje vi una “camiona” estacionada, quizás esperando otras, repleta de seres humanos apilados como bestias porque “hay que sacarlos” del país a como dé lugar. El siglo pasado fue bautizado como el “siglo de los extremos”, el presente no tiene esas maquinarias/industrias de exterminio masivo como aquel, pero en esencia, los extremos en la persecución de grandes grupos de personas por sus condiciones de migrantes son igualmente horrendos.

Es ocasión propicia para felicitar a tantas personas que se baten contra los extremos, defiendendo la solidaridad y la libertad manteniendo los valores de sus adscripciones ideológica/políticas o religiosas, reconocer a esos religiosos y militantes de izquierda que colectiva o individualmente enfrentan en las fronteras los abusos y a los abusadores. Pensando en U. Eco, todos ellos mantienen su “optimismo trágico”, definido como esa capacidad del ser humano de encontrarle sentido a la vida a pesar de las tragedias. En este tiempo de adversidad, constituye un imperativo moral mantener la lucha contra los abusos, lograr conquistas colectivas o personales por pequeñas que sean, sin recurrir a extremos tóxicos que envenenan el alma de quien los practican como la de quien los padecen.

Es mi reflexión de fin año, periodo embrujador que disfruto plenamente junto a quienes espacial y/o temporalmente me están cercanos y disfrutando ver el gusto por la vida que se manifiesta en todos los grupos sociales.

Sobre el autor
César Pérez

César Pérez

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