Tomando como punto de referencia el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, simular significa representar una cosa, fingiendo o imitando lo que no es, mientras que disimular consiste en ocultar algo que se siente o padece. En este contexto, podría afirmarse que la simulación y el disimulo son factores que rodean la cotidianidad y narrativa de la sociedad dominicana. Sin importar los ámbitos, la simulación y el disimulo son indicadores que afectan negativamente la conducta humana, el vínculo social, el capital reputacional de las organizaciones y marcas, así como la credibilidad del liderazgo político, empresarial, social, religioso, académico y profesional.
Tal y como han planteado Julián Pérez Porto y María Merino: “disimular también puede consistir en modificar la apariencia o las características de algo para que parezca diferente de lo que en realidad es”. La simulación y el disimulo también se asocian al fingimiento, al enmascaramiento, al encubrimiento, a la ocultación, a la hipocresía, al disfraz, a la falsedad, a la doblez, al subterfugio, entre otras actuaciones indelicadas. Parecería que detrás de muchos de los logros, decisiones, actuaciones y pronunciamientos, que de manera continua suelen visibilizar determinados sectores de los ámbitos gubernamental, político, empresarial, laboral, académico, religioso, económico y profesional de RD, subyacen la simulación y el disimulo.
Es perverso, dañino e insostenible pretender que es posible crear y mantener un Estado Social y Democrático de Derecho organizado en forma de República unitaria, fundado en el respeto de la dignidad humana, los derechos fundamentales, el trabajo, la soberanía popular y la separación e independencia de los poderes públicos, empleando como medio sustancial para ello la simulación y el disimulo. La doctora en Ciencias Económicas y Empresariales, María Blanco, en su más reciente libro: La política del disimulo, ha expresado que “una vez perdida la dignidad, solo queda el arte de la apariencia; el cinismo en estado puro”.
Lo dicho por María Blanco bien podría ser un buen referente para comprender por qué cuando en RD se procede a analizar de manera profundidad su modelo actual de desarrollo y los tímidos efectos que genera su cacareado crecimiento económico en la erradicación de la pobreza y en la desigualdad social, se concluye en que es obvio que existen grandes y profundas brechas entre la realidad de los hechos y el discurso. Dicho en otras palabras, la narrativa que se ha pretendido construir y posicionar con respecto a la prosperidad y al bienestar colectivo, solo existen en las mentes creativas de los que emplean la posverdad como medio para transformar la ficción en realidad y la mentira en verdad.
Desde la simulación, se dice que el crecimiento económico de RD ha sido y es sostenido. Pese a ello, faltan empleos dignos, la deuda pública crece cada día, el sistema educativo no forma el talento humano con las competencias que requiere el sector productivo, los servicios de salud pública no satisfacen las necesidades elementales de los ciudadanos, la seguridad social solo sirve para incrementar las riquezas materiales de las AFP propiedad de los bancos múltiples. Además, los tutumpotes que controlan las Administradoras de Riesgos de Salud (ARS), hacen todo lo posible y hasta lo imposible para disimular y ocultar lo inhumano y el carácter rentista que rodean el negocio de la salud en la sociedad dominicana.
Una sociedad como la dominicana, en la que casi la totalidad de sus líderes políticos, empresariales, religiosos, laborales, gubernamentales, académicos y profesionales piensan, deciden, actúan, se relacionan y hablan igual que los conservadores, poniendo en primer plano sus intereses particulares y sus respectivas cuotas de poder, ha de entenderse que ellos siempre utilizan la simulación y el disimulo como medio para maquillar el rostro feo que caracteriza a las desigualdades sociales y ocultar los avatares que cada día tienen que vencer los más vulnerables de la población. En todas partes del mundo, las élites económicas y políticas acuden a la simulación y al disimulo para mantener su status quo. En RD, a un porcentaje considerable de empresarios, políticos, senadores, diputados, sindicalistas y dueños de universidades, les conviene continuar implementando estrategias de marketing y comunicación, dirigidas a fingir y a ocultar hechos, situaciones y realidades que no son. En definitiva, en situaciones determinadas y con propósitos deliberados, la simulación y el disimulo han sido utilizados como cortinas de humo para tapar eventos, sucesos y episodios que muchos sienten y padecen.
Hay momentos, lugares y circunstancias en los que disimular y simular sirve de poco. Un ejemplo de ello es la forma asimétrica en la que las autoridades dominicanas pretenden gestionar la inmigración ilegal, principalmente la que proviene de Haití. En definitiva, empresarios y políticos manejan la inmigración de ciudadanos haitianos a la República Dominicana con una alta dosis de hipocresía, simulación y disimulo. Los hechos hablan por sí solos. En RD, aspectos vinculados a la seguridad ciudadana, a la imparcialidad de la justicia, al desarrollo socioeconómico, a la institucionalidad de la democracia, a la lucha contra la corrupción y la impunidad, han sido y continúan siendo abordados desde la simulación y el disimulo.
Tanto ayer como hoy, el liderazgo político, empresarial, laboral, social, académico, profesional y religioso de República Dominicana, ha decidido abordar procesos, temas y situaciones de índole estratégico y de alto impacto en la vida de los ciudadanos solo desde el lado mediático de la simulación y el disimulo. En este orden, de manera errada, se ha pretendido conocer y resolver problemas sustanciales que limitan el desarrollo integral y sostenible de la sociedad dominicana, tratando de ocultar, fingiendo, enmascarando, encubriendo, disimulando y ocultando realidades, verdades y hechos. Los países que han logrado crear y mantener un estadio estable de prosperidad individual y colectiva, no lo han hecho a través de la simulación y el disimulo.
Cuando no se quiere buscar soluciones profundas y sostenibles a determinados problemas y situaciones de carácter sociales, económicas y políticas que inciden directamente en el bienestar colectivo, entonces se acude a métodos que no permiten encontrar las verdaderas causas raíz que limitan la presencia de fuerzas impulsoras necesarias para establecer un estado de prosperidad sostenible y confiable. Algo anda mal en RD, ya que por años no se han podido solucionar problemas históricos relacionados con la seguridad ciudadana, energía eléctrica, salud, educación, seguridad social, migración, pobreza, seguridad social, corrupción, impunidad, entre otros. Es inconcebible asumir oportunidades estrategias de mejoras, desarrollando acciones provenientes de la simulación y el disimulo.
Igual que en RD, políticos, empresarios, sindicalistas, académicos, religiosos, profesionales, funcionarios gubernamentales, periodistas, comunicadores sociales, opinadores públicos, influencers de otros países del mundo, también han empleado la simulación y el disimulo como estrategias para tapar resultados derivados de sus malas prácticas, así como para disimular sus intenciones y propósitos perversos. En resumidas cuentas, República Dominicana, en muchos aspectos, temas y situaciones determinadas, puede ser considerado como el país del disimulo y la simulación.