§ 1. Antes de entrar en materia, es preciso contextualizar brevemente la historia de los libros por encargo escritos por intelectuales dominicanos en este siglo XXI y en la etapa final del anterior siglo XX. Obras como las de Mu-Kien Adriana Sang: Buenaventura Báez. El caudillo del Sur (1844-1878). Santo Domingo: INTEC, 1991; La política exterior dominicana (1844-1961) (t. I, II y III). Santo Domingo: Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, 2000 y La inmigración china en [la] República Dominicana. Santo Domingo: Santo Domingo: Instituto Nacional de Migración 2022 o las de Roberto Cassá: Raíces y desarrollo de un orgullo dominicano. Historia de la Cervecería Nacional Dominicana. Santo Domingo: Colección Centenario Grupo León Jimenes, 2003; Juan Daniel Balcácer: Papeles y escritos de Francisco J. Peynado (1867-1933) (Vol. I). Santo Domingo: Fundación Peynado Álvarez, 1994 y José Chez Checo El ron en la historia dominicana, t. I. Santo Domingo: Ediciones Centenario Brugal, 1988 y t. II. Santo Domingo: Ediciones Centenario Brugal, 2014 y La migración china en [la]República Dominicana. Santo Domingo: Academia Dominicana de la Historia, 2021 no les acarrearon problemas de autoría. En cambio, Ángela Hernández encaró problemas de autoría con Vivas en su jardín. Memorias. Santo Domingo: Aguilar, 2009, obra que apareció firmada únicamente por Dedé Mirabal. Por otro motivo enfrentaron problemas Ángela Hernández y Orlando Inoa con La mujer en la historia dominicana. Santo Domingo: Secretaría de Estado de la Mujer, 2009. Y recientemente, encaró problemas de autoría José Báez Guerrero con “Antonio Imbert Barrera. Su vida y época”. Santo Domingo: Luz de Luna, 2024, obra en la que aparece como autora la señora Giralda Busto, no sin que en el prólogo el recopilador y redactor de la biografía del general Imbert Barrera dejara caer en el prólogo esta perla: «Doña Giralda es sin dudas casi coautura de este libro…» (p. 17). Es imposible ser “casi coautora” o “coautor” de una obra. Se es completamente, pero no medias. Este adverbio de dudas ha sembrado muchas especulaciones, sobre todo porque al acto de circulación de la obra no asistió el autor, quien debió ser el protagonista de la noche, porque en su intervención final debía explicar las peripecias encontradas en el camino hasta culminar felizmente su indagación. Lo dejo así, hasta aquí.
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§ 2. Sin embargo, es pertinente, para los futuros autores por encargo, conocer, según nuestra ley de derechos de autor, estas precisiones para que no se lleven sorpresas desagradables: 1) En este oficio de escribir por encargo, lo primero que debe hacerse es un contrato que especifique quién será el autor de la obra, porque de lo contrario, el que paga la orquesta decide qué música va a tocarse en la fiesta, 2) La parte monetaria debe estar bien especificada en el contrato; 3) Los límites de intervención del que paga la obra por encargo deben quedar claramente establecidos con el objetivo de que se sepa hasta dónde deben llegar sus exigencias de cambios en el texto. Mediante contrato por escrito donde se especificará no solo el derecho de autoría, sino hasta dónde puede llegar la modificación del texto por parte del pagador. Es muy difícil, en una sociedad no institucionalizada como la nuestra, que el biógrafo pueda cumplir los objetivos de este tipo de trabajo conforme a las pautas de los maestros del género: Plutarco, Tucídides o Suetonio en la Antigüedad y Emil Ludwig, Stefan Zweig o Hilaire Belloc en los tiempos modernos, quienes no escribieron por encargo. Pero estos casos de biografías o historias por encargo son pagados por miembros de grupos de clases sociales y sujetos muy poderosos e intocables contra quienes los pequeños intelectuales pequeños burgueses carecen de poder para validar su derecho de autoría y quedan, las más de las veces, como coautores o simplemente, en el peor de los casos, borrados y arrojados a la categoría de escritor fantasma o al anonimato, como en el caso de Ángela Hernández.
§ 3. En esta biografía del general Imbert Barrera ni siquiera mi amiga Cosette Álvarez, correctora de estilo ducha y profesora de inglés, logró salvar las deficiencias gramaticales de la obra, las cuales comienzan masivamente a aparecer desde las introducciones (pp. 15-29) hasta el final del libro (p. 461) en el que figuran a raudales los vicios de dicción enemigos mortales del buen escribir: gerundios con verbos en pasado y futuro; adjetivos posesivos mal empleados (no siempre lo poseído por el poseedor va en plural si contraviene la sintaxis y la lógica del sentido); presencia en el texto de falta de concordancia entre los tiempos verbales; indistinción en el uso de la palabra precisa (por ejemplo tiranía y satrapía figuran como sinónimos de dictadura); comas donde no van o falta donde deben ir); pobreza léxica (repetición de las mismas palabras en una misma frase: «Para empeorar las cosas para la compañía frutera…» (P. 35). Y «quien nació el 1º de abril de 1939, a quien Imbert Barrera reconoció…» (P. 39). Uso intensivo de verbos y palabras “comodín” (empleos de hacer, tener, haber, poner, ser, dar y decir seguidos de un determinante o un adverbio más un sustantivo (ejemplos: hacer alusión en vez de aludir y de este último verbo: «dijo un discurso para rechazar esas infamias», p. 201). Es incorrecto (al ser galicismo y anglicismo) escribir “dijo” o “hizo” un discurso. Me quedo con estos ejemplos ilustrativos, pero hay decenas de casos del pronombre relativo “que” mal empleado con función de los adverbios “cuando, donde, como” y también uso abundante del fósil lingüístico “ello” en función de pronombre personal (vicio detectado desde 1940 por Pedro Henríquez Ureña en “El español en Santo Domingo, p. 227”). Se echa en falta un índice onomástico, que siempre sirve de memoria temática. Es muy fácil hoy realizar un índice temático con un programa de computadora. Y paro de contar para no caer en la insensatez de Apolinar Tejera, criticada por Balaguer.
§ 4. No tengo hacha que afilar en contra del héroe del 30 de mayo Imbert Barrera, porque nunca le conocí, excepción hecha del día en que sufrió el atentado el 21 de marzo de 1967, pero por la crónica social de la prensa trujillista de los años 1957-60 sí supe quiénes eran y la noche del 30 de mayo, los que nos acostábamos tarde en la pensión de Lolita Pichardo en la calle Mercedes 137 oímos el inusual tiroteo de esa noche. Al día siguiente, 31, mi hermano confirmó al pequeño grupo que habían matado a Trujillo. Ese pequeño grupo antitrujillista esperaba ese desenlace de un momento a otro y hubo alborozo discreto. Cuando El Caribe publicó la foto de los ajusticiadores de Trujillo, supe al menos quiénes eran Juan Tomás Díaz, Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barreras y Luis Amiama Tio. Aquel día 21 de marzo de 1967, estando en la pensión de la Dr. Piñeyro 33 donde vivía, recibí una llamada de Guarionex Rosa, mi compañero de labores en el noticiero Radio Noticias de radio-tv HIN en la que me informaba del atentado y que fuera a la Clínica Internacional donde se encontraba recluido el general Imbert Barrera. Por teléfono le transmitió todo lo que me declaró el general Imbert y se difundió de inmediato la noticia por el boletín de Radio Noticias. Creo que fui el primer periodista en entrevistarle. La primera pregunta que le hice fue que si tenía idea de dónde provino el atentado. Me respondió negativamente, pero yo intuí que el único beneficiario era Ramfis Trujillo, quien había jurado vengar la muerte de su padre y que “no se salvarían ni los mamandos”, tal como lo hizo con los restantes miembros de la conjuración antes de salir huido hacia Francia. Como Imbert Barrera y Luis Amiama Tio fueron los únicos sobrevivientes de la conjuración, era previsible que Ramfis, todavía con poder sobre algunos militares de la Aviación Militar Dominicana y del Ejército, atentara contra ellos a través de estos militares, muchos de los cuales, iban y venían desde Santo Domingo hasta Madrid a testimoniarle su lealtad y a recibir órdenes del hijo del dictador. Dice Brian J. Bosch que «Dos días después del incidente un vendado Imbert, durante una rueda de prensa en el hospital, expresó que había sido atacado por una cábala trujillista.» Quizá quiso decir “cáfila”. (Brian J. Bosch. Balaguer y los militares dominicanos. Una dividida jerarquía de oficiales durante las décadas de los años 60 y 70. Santo Domingo: Fundación Cultural Dominicana, 2010, p. 123). En la biografía de Imbert Barrera se aclara el asunto por boca de Neit Nivar Seijas en una entrevista con el héroe del 30 de mayo, pues al jefe policial se le sindicó, en los mentideros políticos, como el autor del atentado. En la entrevista que sostuvieron ambos generales, Nivel Seijas le aseguró que no había sido él: «Imbert Barrera aflojó su mirada y se relajó su rostro. ‘Yo lo sé, Neit’, le dijo. No fuiste tú. Pero sí fue Ney Tejada Álvarez.» (P. 331). Y acota el biógrafo: «La similitud al pronunciar en español dominicano los nombres parónimos, Ney y Neit, había causado la confusión o chisme. Neit Nivar entonces dijo. ‘Sí, es verdad, pero no podía ser yo que se lo dijera a usted’.» (Ibíd.). Balaguer nombró a Amiama Tió secretario de Interior y Policía, pero su investigación para dar con el verdadero asesino se volvió sal y agua. Parece que cuando la verdad se volvió evidente, Balaguer canceló al coronel Luis Ney Tejada Álvarez y «nombró en su lugar al general Ramón Soto Echavarría» (Ibíd.) Esas eran las salidas de Balaguer: no alborotar las avispas trujillistas en las Fuerzas Armadas, pero refieren los especialistas en anécdotas que cuando le informaron que Imbert Barrera había sobrevivido al atentado, dijo cínicamente: “Muy malos tiradores.»
§ 5. Repito: No tengo hacha que afilar, pero en cuanto a proceridad de los que participaron en la conjuración del 30 de mayo de 1961, sino también, en el caso específico de Imbert Barrera, me acojo al dictamen de Américo Lugo contenido en la carta que le envió a Trujillo el 4 de abril de 1934: «Los sucesos no son materia de la historia sino cuando son materia muerta. Lo presente ha menester ser depurado, y solo el tiempo destila el licor de verdad dulce y útil para lo porvenir. Todo cuanto se escribe sobre lo actual o lo inmediatamente inactual, está fatalmente condenado a revisión. La administración del general Vásquez y la de Ud. solo podrán ser relatadas con imparcialidad en lo futuro. El juicio que uno merece de la posteridad no depende nunca de lo que dicen sus contemporáneos; depende exclusivamente de uno mismo.» (Julio Jaime Julia. Antología de Américo Lugo. Santo Domingo: Taller, t. III, p. 22).
Cuando ya estén muertos los hijos, nietos, biznietos y tataranietos de los actores que trabajaron a favor o en contra de la dictadura de Trujillo, quizá entonces, dentro de 75 o 100 años, sea factible acometer la empresa de escribir la historia de ese período y la de los protagonistas q ue actuaron con posterioridad a la caída de la dictadura el 30 de mayo de 1961 hasta el presente siglo XXI. Todo lo que se escriba acerca de los sucesos desde 1961 hasta hoy queda sujeto a revisión, pues son simples opiniones parcializadas o no y pertenecen a nuestra historiografía novelada, a las novelas familiares o al dominio de la hagiografía. (Continuará).