Sargazo: el enemigo silencioso que pone en riesgo el turismo en República Dominicana

Sargazo: el enemigo silencioso que pone en riesgo el turismo en República Dominicana

Sargazo: el enemigo silencioso que pone en riesgo el turismo en República Dominicana

El turismo dominicano ha vivido por décadas de playas que aparecen en los catálogos de agencias de viaje en todo el mundo. Sin embargo, en los últimos años, la imagen de un destino perfecto ha comenzado a tornarse color marrón debido a la aparición de un fenómeno que ha ido en aumento: el sargazo.

Cada mañana en destinos como Bayahíbe, Punta Cana, Juan Dolio o Las Terrenas, se observan trabajadores que intentan despejar las orillas cubiertas de algas, solo para volver a encontrarlas repletas un par de horas más tarde. La temporada de sargazo se traduce en incertidumbre y pérdidas para quienes viven del turismo.

De fenómeno natural a crisis nacional

El sargazo ha estado presente en El Caribe durante décadas, pero a partir de 2011 su llegada a República Dominicana pasó de ser a penas perceptible a presentarse en toneladas que cubren kilómetros de playa, generando una experiencia negativa en los turistas y locales que eligen este destino para vacacionar.

De acuerdo con Gladys Rosado, investigadora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, esto se debe a que las barreras naturales que impiden que estas algas crucen hacia el país desde el Mar de los Sargazos, ubicado en el centro del Atlántico, se ven afectadas por cambios en los vientos alisios y en las corrientes superficiales.

La situación se agrava con el fenómeno de El Niño, pues el calentamiento de las aguas favorece las condiciones para que el sargazo se desplace hacia el Caribe. En esos periodos, la República Dominicana se convierte en receptor directo de cantidades que superan la capacidad de limpieza local.

Le puede interesar: ¿Qué es el sargazo, cómo se forma y cómo afecta a las personas?

En este sentido, Rosado manifestó que en los hoteles se tiene la costumbre de recoger el sargazo con maquinaria y desecharlo. “Sin embargo, eso tiene un impacto sobre las playas porque las pueden erosionar. Ahí unido a esa masa de sargazo se va la arena, después puede venir en un frente frío y eliminar la playa”.

En el año 2015, el sargazo alcanzó uno de sus puntos más críticos. Playas como Bávaro y Cabeza de Toro se vieron cubiertas de algas que afectaron el turismo y la pesca. Desde entonces, el patrón se ha repetido, con picos más altos en los veranos de 2018, 2023 y 2025, consolidándose como un problema que llegó para quedarse.

El impacto en el ser humano:

El daño del sargazo no se limita solamente al paisaje. Cuando las algas se acumulan y comienzan a descomponerse, liberan gases como el sulfuro de hidrógeno, que causan irritaciones en la piel, problemas respiratorios y molestias severas tanto para quienes entran al mar como para quienes trabajan en la limpieza de las playas.

“No es recomendable que te bañes cuando hay sargazo; en Estados Unidos hay normas que establecen los límites de cómo deben estar los niveles del ácido nitroso, el ácido sulfúrico y el ácido de mercurio para determinar si te puedes bañar o no en esos espacios, aquí no hay”, afirmó Rosado.

El impacto también se siente en la fauna marina. Al cubrir la superficie de sargazo se bloquea la luz solar y consume el oxígeno disponible, lo que desencadena en la muerte masiva de peces y otras especies marinas. La pérdida de biodiversidad afecta a la pesca artesanal y a la gastronomía que se encuentra presente en la oferta turística nacional.

“Los ingresos han menguado, principalmente en agosto. Los pescadores no quieren ir a pescar por el sargazo”, apunta Virgina Morel, dueña de la pescadería Manzueta ubicada en Sánchez, Samaná.

Para quienes viven del turismo, cada temporada de algas significa jornadas más largas y, en ocasiones, propinas reducidas porque vienen menos turistas o no reciben la experiencia prometida.

En ocasiones, la presencia del sargazo representa la diferencia entre llevar comida a la mesa o quedarse sin ingresos esa semana.

“Varios pescadores se quejan más que nada por la cantidad de aparejos que perdemos y las personas que pescan para vivir tienen menos ingresos para su familia”, relata César Corporán Viñas, a quien puede verse pescando frecuentemente en el Malecón de Santo Domingo.

El riesgo de la percepción

El turismo es tan sensible a la imagen que se proyecta del país como a la realidad. Aunque República Dominicana cuente con infraestructuras hoteleras de clase mundial, la circulación de fotografías de playas cubiertas de sargazo en redes sociales o medios internacionales puede influir en la decisión de un turista a la hora de elegir un destino para vacacionar.

Para un turista que aún no ha comprado su boleto, estas imágenes pueden pesar más que cualquier campaña promocional. Y para quienes llegan y encuentran el mar cubierto de sargazo, la experiencia decepcionante se traduce en reseñas negativas, que afectan la decisión de viaje de otros.

“Esto es Bávaro ahora en Punta Cana, a los cientos de argentinos que llegan por día, el mar imposible por el sargazo, para no tener sorpresas. Revisar los mapas de sargazo antes de invertir en vacaciones”, escribió en su cuenta de Instagram el usuario Yrigoyen, con un video que muestra grandes cantidades de esta alga por toda la playa.

Un país sin recursos suficientes

Si bien el Estado ha intentado responder con brigadas de limpieza, barreras flotantes y ha creado instancias específicas como el Gabinete de Lucha contra el Sargazo, que coordina acciones con ministerios, sector privado y comunidades, la magnitud del fenómeno supera por mucho las capacidades nacionales.

El mantenimiento de playas, la logística de recolección y la infraestructura para aprovechar el sargazo como materia prima requieren inversiones millonarias que el país no posee.

La dificultad no solo radica en el dinero: también en la falta de una estrategia integral. Sin un centro de observación y respuesta nacional, capaz de anticipar arribazones, cada temporada vuelve a sorprender al país, dejando a comunidades y hoteles a merced del sargazo.

“El país no tiene la capacidad económica ni de personal ni de infraestructura para abordar el problema. Por eso ustedes ven que no se resuelve. Lo que el gobierno ha hecho es una ínfima parte de lo que se necesitaría invertir para poder abordar el problema” advierte la investigadora de la UASD.

Leer también: Del sargazo a la economía azul: una oportunidad sostenible para el Gran Caribe

Además, Gladys Rosado señala que no se trata de una problemática exclusiva de este país, por lo que es necesario buscar apoyo internacional. “Es un problema que no es de República Dominicana nada más, es un problema regional. Y, además, los países desarrollados tienen que ayudar porque ellos son los principales causantes del cambio climático. Ellos tienen que darle una cuota de dinero a los países que están en problemas,” afirma.

Mientras tanto, los hoteleros y las comunidades turísticas quedan atrapados en un círculo vicioso: gastar recursos que no resuelven la situación y enfrentar temporadas cada vez más complejas. “Esto no se va a resolver con chelitos. La región tiene que ponerse a una, porque hemos apostado a una economía de sol y playa”.

Innovación y oportunidades

A pesar de los retos, el sargazo también ha despertado el sentido de creatividad e innovación. Diversos emprendedores en el país han comenzado a explorar formas de aprovechar el alga como recurso.

Actualmente se experimenta con su uso en la producción de fertilizantes orgánicos, biocombustibles y hasta materiales de construcción. La Fundación Grupo Puntacana, por ejemplo, ha liderado proyectos piloto que buscan transformar toneladas de algas en insumos útiles.

“El mejor uso directo ahora que podemos dar al sargazo es preparar fertilizante para esos cultivos cañeros, por ejemplo, que son las extensiones más grandes que tenemos y son suelos pobres,” asegura Rosado.

Según explicó, el sargazo también puede ser utilizado para fabricar papel, cartones de huevo, carteras, zapatos, ropa, entre otros. Pero para ello, las industrias deben ser capacitadas en como utilizar este material y crear un sistema en que puedan aprovecharlo sin depender del mismo.

Para ello, planteó un centro de observación local de sargazo, afiliado con centros como el CariCOOS de Puerto Rico. Este establecimiento sería el encargado de alertar sobre la llegada del alga, la coordinación interinstitucional y decidir dónde y cuándo interceptar y a quién derivar el material según su uso.

La investigadora plantea que, además de un centro nacional de monitoreo y respuesta inspirado en el modelo de Puerto Rico, es imprescindible trazar una hoja de ruta práctica para transformar el sargazo en un recurso. Esa estrategia, explica, debe avanzar por etapas claras y ejecutables:

Intercepción en el mar. Brigadas navales deberían capturar el sargazo antes de que toque arrecifes o playas.

Centros de acopio. Instalar espacios refrigerados para evitar que la materia prima se pudra y pierda valor.

Alianzas e incentivos. El Estado debe sumar al sector privado con reglas claras y estímulos, porque con incertidumbre las empresas no invertirán.

El país enfrenta dos caminos: seguir reaccionando con medidas de emergencia cada vez que la marea marrón toca la costa, o liderar un modelo innovador en el Caribe que combine ciencia, políticas públicas y creatividad empresarial.

Más leídas

Publicidad