“El arte vive en la misma calle que la vida, pero en una habitación diferente. Nos ofrece un alivio de la vida, pero no de vivir”.
Fernando Pessoa. “Desasosiego”.
La discusión que se está sosteniendo hoy sobre la creación artística, en un mundo donde la palabra parece ser cada vez menos importante, origina en una viejisima interrogante: el del rol de la intelectualidad en la sociedad.
En República Dominicana es un debate de larga data, recuérdese la Carta de Juan Bosch a los intelectuales de 1954; es perenne entre poetas, y nos trasciende. El ejemplo quizá más célebre en El Caribe, es el de la poeta nacional de Puerto Rico: Julia de Burgos, considerada por Neruda y Bosch como la gran voz emergente de América, cuyo nombre se expandiría, “como las sombras cuando el sol declina”.
Frente a su ataúd, en el Ateneo Puertorriqueño, Niilita Ventós, de la Academia de la Lengua, su eterna rival poética, se atrevió a decir que Julia “hubiera sido una gran poeta si no hubiese incluido en su poesía y ensayos los temas políticos y sociales”, precisamente los que la han convertido en bandera de la independencia de su nación.
Postura convencional, de escritores “puros”, los cuales tienden a militar en las Academias, las cuales generalmente excluyen a los y las escritores comprometidos políticamente, siendo los premios literarios y antologías sus armas de exclusión predilectas. Empero, ¿Puede existir algo como un, o una, “academic/a puro/a”, “un/a poeta puro/a”, o “un/a intelectual puro”?
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Si “pureza” quiere decir falta de infuencia ideológica, ello es imposible.
Y es imposible por una simple razón: Porque desde que nacemos nos socializan, con ideas y valores, y nos constituyen (análisis de género) en ideologías andantes, por eso quienes dicen ser “apolíticos” son de hecho más políticos que los políticos, porque con su inacción avalan el status quo, o la sociedad que les circunda, con sus aciertos y sus injusticias.
Lo segundo es que no hay escritura “neutral”, como lo están demostrando los actuales estudios sobre la Historia, que siempre ha sido escrita por los vencedores. Por eso, la historia convencional tiene tantas ausencias, y en los Estados Unidos las mujeres están empeñadas en escribir su historia o “Her- story”, en complemento a la “His-tory”, Her,(o de ella), y His (o de él).
Ni la “excelencia escritural” exime de la praxis social, como lo demuestra el rechazo nacional al Centenario de Celine en Francia por su declarado Nazismo y antisemitismo, o la negación del Nobel a Borges por su apoyo a Pinochet.
La escritora más importante de la República Dominicana, Camila Henríquez Ureña, (hermana de Pedro Henríquez Ureña, el más brillante pensador, junto con su hermano de letras Alfonso Reyes, del Siglo Veinte de Nuestra América, muy reconocido en México, donde apoyó los esfuerzos de Vasconcelos en la educación pública, y la Argentina, donde fue parte del grupo Sur, que dirigía Victoria Ocampo, y gran amigo de Borges) afirmaba que escribir es un abrazo fraternal con la humanidad y que en ese sentido darse a entender y difundir el pensamiento es la tarea principal de un, o una, intelectual.
Práctica ejemplar de Julia de Burgos en Washington, en el periódico Pueblos Hispanos, donde escribía ensayos militantes contra las dictaduras de Trujillo y Somoza y el Franquismo durante la Guerra Civil española. Es a esa labor periodística a la que Niilita Ventós se refería con desdén cuando descalificaba el ejercicio poético de Julia, por estar “influenciado” por ideas políticas, no entendiendo que en ese juicio de valor reflejaba sus posiciones políticas, y el menosprecio del periodismo por cierta intelectualidad, al cual consideran vulgar. Y vulgar es si la palabra viene de vulgo, o pueblo, porque quien escribe en los diarios y otros medios de comunicación, lo hace para llegar a la gente, para salirse del círculo cerrado de la llamada intelectualidad “pura”.
Ya en 1939, en el primer Congreso Femenino en Cuba, Camila declaraba en su discurso sobre “La Mujer y la Cultura”, que:
“Las mujeres de excepción de los pasados siglos representaron un progreso en sentido vertical. Fueron precursoras, a veces sembraron ejemplos fructíferos. Pero un movimiento cultural importante es siempre de conjunto y necesita propagarse en sentido horizontal.
…La mujer necesita desarrollar su carácter en el aspecto colectivo para llevar a término una lucha que está ahora en sus comienzos. Necesita hacer labor de propagación de la cultura que ha podido alcanzar para seguir progresando. Y siempre que la cultura tiene que extenderse, da la impresión de que baja de nivel. Se trata de una ilusión óptica”.
Pág. 66, CHU. Feminismo y otros temas. De esta cita rescato estos postulados:
1.-Todo movimiento cultural importante es siempre de conjunto y necesita propagarse en sentido horizontal.
2.-La mujer necesita desarrollar su carácter en el aspecto colectivo, para llevar a término una lucha que estaba entonces en sus comienzos. Y,
3.-La mujer necesita hacer labor de propagación de la cultura que ha podido alcanzar para seguir progresando.
En 1983 un grupo de jóvenes poetas dominicanas se organizó en un Círculo, adoptó la enseñanzas de Camila, y denunció a quienes Camila definió como “varonas intelectuales”, las pocas mujeres de excepción aceptadas por los hombres en sus gettoes literarios, como “intelectuales puras”, que se convertían en sus portavoces. El Circulo organizó el primer concurso nacional de décima y poesía de la mujer campesina, y se empeñó en el rescate de relegadas escritoras fundamentales de la literatura nacional.
Hoy, la mal llamada “Cuarta revolución tecnológica” (las redes sociales, internet, Netflix, Twitter y otras yerbas) promueve la desacralización, o banalización, de la Historia, y del rol del o la intelectual en nuestras sociedades. El problema es que esta desacralización y su fomento de la despolitización, el individualismo, o la falta de empatía, o solidaridad con los y las condenados de la tierra; la promoción de una nebulosa entre el bien y el mal, o lo correcto o incorrecto, justifica el mercenarismo que presenciamos a nivel mundial entre los países, la constante amenaza del militarismo y el guerrerismo, la permanente y ya casi inevitable destrucción del medio ambiente, la amenaza de la extinción del planeta vía la guerra nuclear, y la conversión del verdadero intelectual, o la verdadera intelectual, en una voz que clama en el desierto. En un ser, que como afirmaba el poeta portugués Fernando Pessoa en su Desasosiego “sufre de la indiferencia que emana de haber sufrido demasiado”.
De ahí la visionaria tristeza de Don Pedro Mir, y su afirmación: “Me estoy muriendo de la derrota de mi generación, y, ustedes también”; “Limosneros de sueños”, ¿Anónima intelectualidad sin la fuerza para trocar el horror en victoria?