LITERATURA
Cueros y xenxibre, lo que comemos y producimos, los que como signos de la identidad

Plano de Santo Domingo 1588
¿Cuáles son aquellos símbolos de nuestras prácticas sociales que entran en la narrativa de la identidad? ¿Están limitados a lo que comemos o a lo que producimos? Si pensamos en el maíz, "hombres de maíz" puede significar aquellos que comen maíz. La designación para los arahuacos era: “los que comen harina”. De los comedores de harina de yuca vienen nuestros orígenes. También de los que preferían la harina de trigo sobre el “pan de palo”. Y otros, pues, ingerían la guayiga, como nos muestran las investigaciones de Marcio Veloz Maggiolo (1993).
Hoy la gente habla de “plátano power”, sin recordar que antes fuimos “casabe power”, la tecnología que inventaron los aborígenes que llegaron a estas tierras, los arahuacos, los igneris, los taínos, y siboneyes. La alimentación indígena fue el resuelve alimenticio por mucho tiempo en nuestros países. En las colonias venidas a menos. Es decir, luego del esplendor de los primeros cincuenta años de colonización. Sin embargo, lo que comemos pasa a definir más que nuestra fuerza, nuestra singularidad como especie.
Lo que producimos, por su lado, viene a conformar nuestras prácticas sociales; la estructura temporal, festiva de nuestras sociedades. También los flujos de materias deseadas, lo que desean los otros en la que se basa el gusto, el disfrute, la socialización de los grupos locales y extranjeros que formaron lo que somos hoy como espacio de llegada y punto de fuga. El Caribe e Hispanoamérica en los primeros siglos. Venimos del otro lado. Aquí se acriolló el hispánico y se negreó el africano. Dialogamos con un África cercana que nos envió, en condiciones no muy gustosas, barcos esclavistas que pasaron de la contabilidad de genoveses y portugueses a los puertos españoles. Y luego llegaron directamente al Caribe.
Las factorías de oro, las plantaciones de yuca, el ingenio de caña les dio espacio a otros modos, a otras máquinas productivas que establecieron nuevos flujos de oferta y demanda. De producción y satisfacción de nuestros paladares. El Caribe ha sido definido por sus productos y sus fines. La caña nos dio el azúcar; el casabe de yuca que sustituye la harina de trigo; y el azúcar viene a darle un nuevo sabor a los alimentos. El chocolate del cacao azteca viene a dar un sabor de ambrosia indígenas al desayuno o a la noche fría. Luego hace su entrada en negro café africano-arábigo… que reúne a la gente y despierta las mentes liberales europeas.
La caña de azúcar crea nuestras sociedades. Los ritos y lo carnavalesco que entra al mundo caribe. Es la economía de la plantación que al final queda diluida por la revolución atlántica, por los derechos del hombre, por los cambios que la tecnología y las nuevas ciencias traen en el signo de la remolacha. Embarcaciones veloces cambian los mercados. Porque los mercados cambian con su velocidad y la reducción del espacio. Y con los gustos de la gente Moreno Fraginals, 1993).
Desde San Juan del Puerto Rico escribe en 1644 fray Damián López de Haro a Juan Diez de la Calle, sobre su experiencia como obispo de esta Isla y copia un soneto que, a instancia de una dama de Santo Domingo le dicto un hombre: “Esta es señora una pequeña islilla/ falta de bastimentos y dinero / andan los negros como en ésa en cueros/ y hay más gente en la cárcel de Sevilla”. Y agrega en el segundo cuarteto: “aquí están los blasones de Castilla /en pocas casas, pocos cavalleros/ todos tratantes de xenxibre y cueros/ los Mendoza, Guzmanes y el Padilla” (Acevedo: 46).
Y ahí enmarca lo que somos y de que vivíamos en el segundo siglo de la colonia española. Terminado el negocio de la factoría de oro en las Antillas, muchos se fueron al Perú. Otros se hicieron campesinos y trataron con los ingleses y franceses. Para evitar los abordajes de los barcos por piratas y corsarios, los reyes pusieron su máquina: la flota convoyada. En la ruta quedó mal parado el Puerto Rico y Santo Domingo, olvidado.
El historiador Frank Moya Pons dice que la caña de azúcar fue destronada por el jengibre en el último cuarto de siglo XVI. Titula “De cómo el jengibre destronó al azúcar”; (179), de cómo se convirtió en el segundo producto de exportación de La Española y también de Borinquen. “El jengibre prosperó debido a la abundancia de mano de esclava de los ingenios que podría ser utilizada para su cultivo en el llamado tiempo muerto”. Y agrega algo muy importante: “el jengibre, junto al tabaco más tarde, se convertirá en el cultivo preferido de la gente común y de los pobres que no tenían ganado ni ingenio” (181). entonces quedaron el jengibre y el cuero como símbolos de la actividad económica.
No le faltaba razón al hombre que le correspondió con el poema a la dama de Santo Domingo. En Puerto Rico y La Española nos define la trata con el extranjero, el contrabando de xenxibre y los sospechosos cueros de vaca. A cuya reproducción y abundancia contribuyó el Rey con las despoblaciones de Antonio de Osorio (110.000 cabezas de ganado manso) ... Después de quedar abandonadas La Yaguana, Ballajá, Puerto Plata y Montecristi.
Y aunque estaban los negros de acá, como los de allá carentes de ropas, podían pretender las telas de holandas y los ruenes si se acercaban a los barcos holandeses y los ingleses que se refugiaban en Jamaica. La sociedad en torno al jengibre no nos hizo ginebra ni azúcar, ni plátano power. Pero en la economía quedan las cifras. En 1606 había en La Española 105 estancias de jengibre (Julián: 2024). Mucha gente se dedicó a la siembra de jengibre. Unos 6, 742 se dedicaban a esta actividad… y otros a la producción de cueros (Moya Pons 180). Pero como el jengibre era parte del tráfico, es decir que el rey estaba fuera del negocio. Señala el historiador Amadeo Julián: “La Corona prohibió en dos ocasiones en 1598 a los dueños de ingenios que sembrarán jengibre en sus tierras,” amenazándolos con quitarles sus privilegios.
Parece que con el jengibre iba mejor que con el azúcar. El quintal de jengibre llegó a venderse a la fecha en mil quinientos maravedís y la arroba de azúcar a 700. Moya Pons dice estos con comparación: una estancia de azúcar producía 538, 000 maravedíes de ingreso bruto al año; mientras que un jengibre le pasaba con 738, 000. Así que la actividad económica nos dio, antes de llegar el café y de prolongar la siembra de cacao, la metáfora de una identidad pasajera, traficante, ilegal, clandestina: el tráfico de xenxibre y cuero. Aunque anduvieran en cueros los negros producto de la debacle económica cuando entrabamos con los pies y todo el cuerpo en un periodo un siglo de misera.
En el negocio de los cueros y el jengibre entran los mulatos, negros y oidores, según Frank Peña Pérez (1985) e iniciamos una economía de subsistencia (1606-1680). Entonces aparecieron otros símbolos y signos en el escenario del discurso y en el drama social: el cacao, el café y el tabaco. En torno a ellos nacieron las prohibiciones reales, las grandes batallas contra los extranjeros en La Tortuga y la patria bien amada (continuará).