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RD-Portugal: dos históricas gestas abrileñas

Historia dominicana
- I -
Una tormenta inminente, según precedentes advertencias climatológicas, nos impidió agotar un turno que generosamente nos fuera pautado durante la próximo-pasada XXVII Feria Internacional del Libro de Santo Domingo 2025, dedicada esta vez al egregio historiador, don Frank Moya Pons, para intervenir en un coloquio promocionado como “Resonancias de Abril en Portugal” que contaría con la participación protagónica del dirigente revolucionario y exdiputado nacional, Fidelio Despradel, quien analizaría el rol de Brasil en la Guerra de Abril en Santo Domingo. La plática se pospuso sine día, hasta concluir el festejo.
La idea, por nuestra parte, era sintetizar una suerte de paralelismo en la faena hacia la construcción de un proceso democrático en dos naciones amigas, una de Europa, la República Portuguesa, y otra del Caribe, la República Dominicana, en las cuales los acaecimientos muestran similitudes y también registros fácticos singulares cuya ponderación, apreciamos, nos propiciaba motivos de complemento a las fórmulas diplomáticas de conexión bilateral.
Fue justamente durante la misión que nos tocó desempeñar en el período 2020-2024 como embajador dominicano en la nación lusa lo que nos permitió acercarnos a las características de lo que se concibe como “Revolución de Abril” en ambas latitudes. Por supuesto, cabe consignar que, desde nuestra llegada a Lisboa, en plena pandemia, estuvimos claros en que la misión que asumíamos debía, con prioridad, atender a los tres ejes imperativos de nuestra actual política exterior: 1) la protección de los dominicanos en el exterior; 2) la promoción de las exportaciones, el comercio exterior y la inversión extranjera, y, 3) la promoción y defensa de los valores democráticos y los derechos humanos.
Respecto a los dos primeros renglones, nuestra misión adelantó gestiones diligentes de orientación a resultados tangibles. En cuanto a la promoción y defensa de los valores democráticos y todo lo que en nuestra historia reciente ha sido la lucha de nuestro pueblo en defensa de los derechos humanos, se le dedicó una especial atención, procurando crear conciencia cívica en la comunidad dominicana y dejar constancia en la nación lusa de la fibra patriótica y la vocación democrática del pueblo dominicano.
Así, no sólo en atención a recomendaciones de Naciones Unidas, sino haciendo parte del proyecto que en la misión nos trazamos en lo cultural, juzgamos procedente fijar un acento a la exaltación del Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, tomando como símbolo la memoria de las Hermanas Mirabal, luchadoras democráticas dominicanas vilmente asesinadas, junto a su chofer Rufino de la Cruz, el 25 de noviembre de 1960 por una impiadosa cuadrilla criminal de la dictadura de Trujillo. Hecho que, sin ninguna duda, influyó en la determinación de antiguos colaboradores transformados en héroes, de cercenar la cabeza del oprobioso régimen absolutista, y con ello propiciar una vía de apertura a las libertades públicas por la que pudiera transitar nuestro pueblo hacia la búsqueda de una opción democrática.
Con tal predicamento, en el año 2022 concertamos un encuentro con la comunidad dominicana en la localidad lusa de Reguengos de Monsaraz, distrito de Évora, donde una estribación guarda semejanza con el lugar, en la República Dominicana donde fue lanzado para simular un accidente el vehículo que ocupaban las tres hermanas y su chofer, a su regreso de una cárcel de Puerto Plata, a donde habían ido a visitar a sus esposos, presos políticos de la dictadura. El local de una iglesia católica de Monsaraz nos sirvió de escenario para las canciones alusivas, los poemas, nuestras palabras y una exposición artística, donde cumplió una actuación estelar –justo es consignarlo--, la poeta y cancionista dominicana residente en España, Angie del Riego.
Más adelante, la ocasión de presentar en la Casa dos Bicos, sede en Lisboa de la prestigiosa Fundación José Saramago, la versión en lengua portuguesa de la novela “Sereio” (Sireno), de la acreditada poeta y escritora dominicana, Luisa Angélica Sherezada Vicioso Sánchez (Chiqui), --acto exitoso que contó con la presencia de diplomáticos e intelectuales, incluida la viuda del premio nobel portugués José Saramago, la periodista española Pilar del Río--, nos dio, de paso, la oportunidad de hacer patente la ocasión a que aspirábamos de propiciar un encuentro amistoso que nos permitiera elucidar afinidades y singularidades entre dos particulares rebeliones abrileñas, la dominicana y la portuguesa, respectivamente.
En la embajada no perdimos tiempo para arreglar un fraternal intercambio analítico con la Asociación de los Capitanes del 25 de Abril, de Portugal, que preside el coronel (r) Vasco Lourenço, una vez tuvimos la confirmación de que podíamos contar con la presencia en Lisboa del comandante revolucionario Fidelio Despradel, una de las figuras clave de la Revolución de Abril de 1965 en Santo Domingo. Ya antes, el 23 de noviembre de 2022, habíamos sostenido unas “Conversaciones con los Capitanes de Abril”, en su auditorio de la Rua Misericordia 95, 1200-275, Lisboa, para ponderar “el fracaso de la Liga de las Naciones en comparación con el rol de las Naciones Unidas en el contexto contemporáneo”, a cargo del geopolitólogo dominicano, Iván Gatón.
En esta otra ocasión, cumplidas las coordinaciones de estilo, el coronel Lourenco prefirió que el contacto tuviera efecto en el marco de un almuerzo de honor a los visitantes dominicanos. Consecuentemente, a la sede en Lisboa de la citada Asociación de los Capitanes de Abril, concurrimos introduciendo a los distinguidos visitantes dominicanos.
Abstracción hecha del rigor en lo conceptual relativamente al término “revolución”, habíamos anotado como detalle coincidente que tanto en nuestro país como en Portugal, solía remarcarse de la historia reciente una “Revolución de Abril”. La primera en Santo Domingo, del 24 de abril de 1965, de la que al 2025 se cumplieron 60 años. Y la segunda, en la nación lusa, del 25 de abril de 1974, popularmente conocida como “Revolución de los Claveles”, de la que al 2024 se cumplieron 50 años.
De ambos movimientos revolucionarios retuvimos algunas notas similares:
1.- La acción, inter-eventos, tuvo efecto básico, inicial y/o concreto en un mes de abril.
2.- Ambos movimientos se incuban en la esfera militar.
3.- A cada uno los alientan composiciones musicales de estímulo: a los dominicanos, el Himno de la Revolución, de Aníbal de Peña; a los portugueses, Grandola Vila Morena, de José “Zeca” Afonso, a manera de clave;
4.- En los dos casos la gestión de origen corresponde a oficiales jóvenes;
5.- Las dos experiencias muestran reacciones posteriores a prolongadas y ominosas dictaduras;
6.- Ambos proyectos defendían aspiraciones de libertad, igualdad, democracia, institucionalidad, reivindicación social, desarrollo y progreso colectivo;
7.- La vida posterior a ambas experiencias han mostrado complejidades para concretar determinados cambios sustanciales. No obstante, progresivamente se ha impuesto el debate abierto, la expresión libre y el cese de la represión política.
Sin embargo, al enfocar las características de cada una de estas “revoluciones de abril”, se registran determinadas particularidades.
Santo Domingo, 24 de abril de 1965
En el caso dominicano gravitan dos antecedentes:
1) Una larga y férrea dictadura de 31 años del general Rafael L. Trujillo, jefe del Ejército en el precedente gobierno de Horacio Vásquez, en la que blasonados “avances institucionales” jamás pueden resistir el contraste de una absoluta negación de libertad individual y de derechos en un largo régimen de partido único en el que rigió una corrupción cuasi-monopolística y frente a todo asomo opositor rigió el terror, la persecución, la tortura y la definitiva anulación de las libertades públicas, en medio de un atávico estatus social generalizado de pobreza y un alto índice de analfabetismo.
2) Lo segundo, pero acaso la causa inmediata más dinámica, es la reacción popular pendiente desde el derrocamiento, después de una conspiración visiblemente orquestada por la extrema derecha y la Iglesia católica, del primer gobierno democrático posterior a la dictadura, presidido por el escritor, politólogo y viejo exiliado antitrujillista, Juan Bosch, libremente elegido el 20 de diciembre de 1962 por una aplastante mayoría popular.
La aprobación de una Constitución de corte progresista en 1963 despertó expectativas y optimismo en las capas de la población, mayormente en aquel segmento creciente de las villas miserias urbanas acrecidas por el éxodo rural. Pero los institutos militares y de policía eran los mismos de la dictadura, y el gobierno democrático de Juan Bosch desde su instalación era visto con recelo en los cuarteles. En la generalidad de los mandos superiores había ganado cuerpo la conspiración ultraderechista, so pretexto intimidante de un “peligro comunista”.
El golpe de Estado militar incruento se registró el 25 de septiembre de 1963, sin aparente alteración alguna de la ciudadanía, pese a la manifiesta burla a la voluntad popular expresada en las primeras elecciones libres posteriores a la dictadura. La inacción popular en lo inmediato, sin embargo, no era signo de aprobación a la asonada militar. La reacción colectiva quedaría más bien larvada en una suerte de bloqueo inconsciente como si las emociones quedaran reprimidas.
Así, andando lentos los días, bajo improvisados regímenes de facto, casi diecinueve meses después, sobreviene un soplo de conciencia en determinados cuarteles militares razonablemente influidos por el entonces opositor Partido Revolucionario Dominicano. En las circunstancias, la “apoliticidad” sustantiva de los uniformados cedería a la preponderancia de lo institucional, sin omisión del tentador reclamo de “un coronel que quisiera casarse con la gloria”…
La señal de un despertar es de un grupo de oficiales jóvenes, con sede en San Isidro, base de la Fuerza Aérea y de una poderosa unidad de infantería, así como en brigadas del Ejército ubicadas en el Distrito Nacional. De algunos de aquellos resueltos oficiales que hicieron saltar la chispa, cabe mencionar al joven coronel Rafael Fernández Domínguez, reputado como el de la iniciativa. También al teniente coronel Juan María Lora Fernández, a quien se atribuye la planificación de las operaciones, y los entonces capitanes Héctor Lachapelle Díaz, Mario Peña Taveras y José Aníbal Noboa Garnes, entre tantos otros.
Ya en el fragor de lo que en principio aparenta perfilarse como una guerra civil ante la resistencia del enclave militar de San Isidro (la Fuerza Aérea Dominicana y su cuerpo de infantería), emerge el liderato del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, quien asume el mando de la resistencia constitucionalista en una cruenta batalla en el puente Duarte que le confiere méritos para ser designado como presidente constitucional de la República, hasta tanto se produjera el anhelado retorno del presidente Bosch.
Unos minutos después de la 1:00 p. m. del 24 de abril de 1965 una enérgica y timbrada voz, de dicción impecable, la del doctor José Francisco Peña Gómez, líder del Partido Revolucionario Dominicano, anuncia en la radio el inicio de la rebelión militar y popular contra el régimen de facto presidido por Donald Reid Cabral y por la reposición del gobierno constitucional del presidente Juan Bosch, movimiento que en principio también había comprometido a militares de la primera brigada del Ejército, estacionados en el campamento 16 de Agosto. Y ahora, con las armas en las manos, una compacta masa popular junto a oficiales y soldados reclama la vuelta a la Constitución de 1963 y el restablecimiento del presidente Bosch, clamor que poco tarda en disiparlo el tutelaje geopolítico del Norte.
En efecto, ya al cuarto día del estallido del movimiento constitucionalista al que se suman las izquierdas, era claro el avance rebelde, dado el impulso del cuerpo élite naval de hombres-rana, bajo el mando del intrépido capitán de navío Manuel Ramón Montes Arache. Era en aquel momento visible que los altos mandos de las Fuerzas Armadas dominicanas habían optado por someterse a la estrategia de aquellos a quienes se les había vendido la idea de que marchábamos hacia una “nueva Cuba”, en obvia referencia al gobierno revolucionario de la antilla mayor.
La siniestra “estrategia anticomunista”, de preponderante diseño extranacional, llegaría a su grado extremo el 28 de abril de 1965. De un monstruoso portaaviones, el US Boxer, anclado próximo al puerto de Haina, comenzó la subrepticia penetración de 42 mil infantes de Marina, incluidos paracaidistas, provenientes de Fort Bragg, Carolina del Norte.
Era el comienzo de la operación Power Pack, a cargo de la 82 División Aerotranspotada de la Armada de los Estados Unidos de América. La espantosa caravana de enormes tanques de guerra y vehículos blindados de asalto, provistos de cañones y metralletas de alto calibre, tomó camino de la ciudad de Santo Domingo.
Quedaba así mancillada nuestra soberanía por segunda vez en el siglo XX.