Más de 10 meses confinamiento, de limitación, sin libertad
Las adversidades son parte de la vida, cuanto más expuestos estamos, logramos avanzar y resistir, si aprendemos a gerenciarlas.
Evitar las adversidades, huir de ellas, buscar refugios y confort en soluciones no asertivas son las que nos hacen más débiles y más riesgosos.
El covid-19 se convirtió en una adversidad global y local, donde les ha cambiado la vida a las personas, a la economía, a la planificación y prioridades de familias, empresas, Estados, parejas, grupos y a personas de forma individual.
Más de 10 meses de confinamiento, de limitación, sin libertad, en restricción de espacios y de socialización, han logrado un agotamiento emocional en las personas. Por otro lado, los controles sanitarios, el temor por el contagio, los aumentos de fallecimientos, los duelos, el dolor y sufrimiento, el escuchar y hablar de cifras, ha disparado el estrés, la angustia y ansiedad en todos los niveles.
El presidente Luis Abinader ha tenido que expresar el cansancio del gobierno, de los militares y policías. El Colegio Médico, habla del cansancio y agotamiento del personal médico, enfermeras, bionalistas, y personal que trabaja dentro del sistema de salud.
La población también, luce cansada, agotada, con miedo y en pánico, pero al mismo tiempo, demanda libertad, socialización, apertura y normalidad, debido a tantos meses de confinamiento, de toques de queda, de restricciones, que han reproducido cambios psicológicos, emocionales y conductuales en los ciudadanos.
Es evidente el cansancio y el agotamiento emocional: ansiedad, nerviosismo, problemas de sueño, irritabilidad, falta de concentración, de atención y memoria, de enfoque y de bloqueo de pensamiento, donde se siente que se pierden las habilidades y destrezas para responder o gerenciar de forma positiva y asertiva esta pandemia prolongada y de larga sostenibilidad social, económica y sanitaria.
El confinamiento prologando ha producido procesos de inadaptación psicosocial en cientos de personas que se han desenfocado, que han perdido empleo, pareja, crisis económica, endeudamiento etcétera.
Esos daños colaterales se empiezan a expresar a través de la conducta social, de los comportamientos y de desafíos en querer volver a los hábitos, a libertad y espacios de una normalidad y de un consumo aprendido y reforzado por décadas.
Ese cansancio y agotamiento emocional impacta más en la cultura occidental, en Latinoamérica y el Caribe, dado a que son sociedades sobre estimuladas, individualistas, consumistas, de vacío existencial, en crisis de valores morales, de identidad y de responsabilidad ciudadana.
Los procesos de inadaptación, del desafío a la autoridad, de la falta de compromiso cívico, de aceptar los límites, el respeto por los demás, habla de una sociedad en crisis, de falta de altruismo y de solidaridad social.
La pandemia ha puesto en evidencia las crisis de las sociedades donde sus ciudadanos no tienen compromiso ni consciencia social. Sin embargo, lo más impactante puede pasar al igual que las crisis de 1929, 2008, estas crisis financieras, económicas, no cambiaron los modelos, el comportamiento, ni la conducta social para tener Estados diferentes, ni sociedades, ni política social más inclusivas hacia el desarrollo humano con bienestar; el aprendizaje y cambios de comportamientos fue insuficiente e inadaptado.
La pandemia está produciendo, para mal, nuevas patologías sociales, trastornos mentales, inadaptación social y estrés psicosociales.
¿Qué hacer? En las adversidades prolongadas y latentes, el cansancio y agotamiento se hace generalizado. Las alternativas de soluciones tienen que ser asertivas, creativas, reflexivas, de controles y limites en circunstancia y hasta permanentes en las medidas sanitarias.
Hay que implementar campaña publicitaria de sensibilidad, de responsabilidad cívica, de altruismo y solidaridad, pero también, hay que mostrar el rostro de los hospitales, las pérdidas y dolor familiar de los que han perdido seres queridos en la pandemia.
Enfocar aquellos pequeños negocios que se han ido a la quiebra, y de cómo debemos cuidar la salud, el ahorro, la esperanza y optimismo.
Los parques, las iglesias y las vías peatonales hay que mantenerlas con restricciones y distanciamientos, pero abiertas para la relajación y el apoyo espiritual.
El mayor control y confinamiento hacerlo en los lugares focalizados donde existe más contagios y más carga viral. Para establecer más pruebas, distanciamiento, mascarilla y psicoeducación sobre la pandemia.
El personal de salud y policía hay que buscar estrategias de salud mental, rotarlos, descansarlos y reforzarlos psicoemocionalmente para evitar el cansancio y agotamiento.