Hoy vengo a hablarles desde el dolor. Disculpándome de antemano con su familia, así como con aquellas que han perdido a alguien de igual manera, quiero hablarles sobre un amigo que decidió marcharse hacia el nunca jamás hace 33 años. Se llamaba Alejandro Orsini.
A pesar del tiempo que ha transcurrido desde entonces, cuando estábamos juntos en el colegio, sus compañeros siempre lo recordamos. Su partida, durísima, dejó una herida insondable en todos.
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Cada suicidio revive el terrible día en que Orsini se marchó. Ayer, mientras lo mencionábamos en nuestro chat, comenzamos a hablar sobre las carencias de los jóvenes y la necesidad de estar alerta de ellos.
Entonces pasamos a la salud mental. Sin importar la edad, cualquiera puede caer en una depresión o tener alguna enfermedad. Los prejuicios, sin embargo, muchas veces nos alejan de los divanes y las consultas a pesar de que la terapia y/o la medicación nos pueden salvar.
Estar en un túnel es muy complicado, lo sé. Pero siempre existe una salida para dejarlo atrás. Hay que buscar a alguien en quien confiar, hablar y desahogarse. En el momento en que dejamos salir lo que nos atrapa, ceden los barrotes de la cárcel que nos aprisiona. Aunque no lo creas la felicidad es camino y se traza. ¡Tracémoslo!