En los venticinco años comprendidos entre 1995 y 2020, la República Dominicana vivió
una etapa de cambios que dieron resultados en el sector energético. Varios aspectos de esos cambios son destacables: la diversificación de la matriz energética, el logro de una mayor eficiencia energética, la solución del problema de generación, y otros. Esto, en consonancia con la expansión persistente de la demanda del mercado, que fue sustanciosa.
En 1995, el suministro de energía procedía de cuatro fuentes, distribuido así: carbón, 0.94%; hidro, 1%; biocombustibles, 14%; y los derivados del petróleo aportaban el 84%. Para el año 2020, la situación había cambiado de forma tal que, el carbón pasó a aportar el 9%, la hidro, el 1.2%, los biocombustibles redujeron su aporte a 10.8%, también lo hicieron los derivados del petróleo, que redujeron su aporte hasta el 63.8%, el gas natural, que ya se había integrado a la matriz energética desde 2005, aportaba el 13.5%, y las energías alternativas (viento y solar), que se integraron a partir de 2015, aportaban el 1.7%.
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El sector eléctrico fue un gran beneficiario de ese proceso de cambio en la matriz, fomentado por la política energética que se implementó. Y el resultado fue bueno, en distintos frentes. En 1995, cada kilovatio hora generado por dicho sector procedía en un 84.6% de derivados del petróleo, un 11% lo aportaban las hidroeléctricas, un 3.7% procedía del carbón, y apenas un 0.7% era generado por biocombustibles.
Para 2020, el cambio sustantivo en la diversificación de la matriz de generación se reflejaba en que, la participación de los derivados del petróleo se había reducido a 35.4%, el gas natural había ascendido a 31.9%, el carbón había incrementado su participación a 12.2%, la hidroeléctrica redujo su aporte a 7.1%, los biocombustibles aportaron el 1%, la energía del viento aportó el 6.8% y la energía solar el 2.6%.
En lo relativo a la generación electricidad, se pasó de un sistema obsoleto, con una capacidad insuficiente para abastecer la demanda del país, a otro con modernas plantas generadoras y con suficiente capacidad. Mientras en el año 2000, la capacidad de generación era de 2,488 megavatios, para el año 2020, esa capacidad había llegado a 4,921 megavatios, casi una duplicación. Ese incremento de la capacidad generadora respondió al aumento de la demanda en más de un 24%, en el período señalado.
Asimismo, entre 1995 y 2020 entraron en escena nuevas fuentes de energía, tales como el gas natural, que era inexistente en 1995, y pasó a aportar el 31.9% de la generación eléctrica en 2020; la energía eólica, inexistente en 1995, aportó el 6.8% en 2020; la energía solar, inexistente en 1995, aportó el 2.6% en 2020; y el carbón se consolidó como una de las principales fuentes de generación de electricidad (pasó de un 3.7% en 1995 a un 12.2% en 2020). Esta situación implicó también un importante cambio en el parque de generación.
Otro sector que registró importantes cambios es el de los derivados del petróleo. En el periodo estudiado, el consumo de petróleo y derivados creció un 50%, destacándose el crecimiento del Gas Licuado de Petróleo (GLP), que pasó de representar el 16% del consumo total (1995) a 33.3% en 2020. Durante esos años, el GLP dejó de ser un combustible sólo utilizado en el sector doméstico y pasó a ser de uso generalizado en el sector transporte. La gasolina y el gas oil mantuvieron su participación durante el período, 30% la gasolina y 33% el gas oil. En cuanto al fuel oil, su participación se redujo de 5.8% en 1995 a 0.7% en 2020, explicable por el mayor uso de carbón y gasnatural.
Todos los cambios mencionados contribuyeron a mejorar la eficiencia energética de la economía dominicana. Mientras en 1995 se necesitaba 1.37 barriles equivalentes de petróleo (bep) para producir 1,000 dólares de Producto Interno Bruto (PIB), para 2020 la proporción había caído a 0.67 bep por 1,000 dólares de PIB, lo que significa un mejoramiento de la eficiencia energética de un 51%. Asimismo, evidencia del progreso registrado en un área vital del desarrollo.
Ahora, el reto del país es seguir la ruta de ese desarrollo.