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La novela dominicana del siglo XIX rememora la cultura taína; defiende la libertad en contra del maltrato y la opresión del conquistador; exalta el territorio de La Española y presenta la vida cultural, social y económica de la colonia; sobre todo hace hincapié en las costumbres de la sociedad. Las palabras del profesor Juan Bosch, escritor y expresidente de la República Dominicana nos recuerdan que: “El género de la novela en su aspecto formal comenzó a evolucionar en Europa después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y ha seguido evolucionando tanto que ya hoy ha abandonado del todo los viejos moldes que le dieron los maestros del siglo XIX”. (Bosch, 1966). Sin embargo, debemos tener en cuenta que, aunque se desarrolló tardíamente, la novelística dominicana ha contado con importantes exponentes que en otro momento mencionaremos.
Ya en el siglo XX nos encontramos con una modernidad plena. Acontecen grandes cambios y avances en la tecnología, la ciencia e industria, pero al mismo tiempo estallan dos guerras mundiales con sus terribles consecuencias. Estados Unidos se convierte en potencia mundial y surgen regímenes totalitarios en nuestra región. Se intensifican el desempleo, la pobreza y las desigualdades sociales.
Sin embargo, dos sucesos positivos y fundamentales suceden: la mujer se libera y la conciencia del ser humano busca erradicar la esclavitud.
La novela dominicana fue impactada por sucesos locales que inspiraron importantes narraciones: la llegada del ferrocarril, la intervención y ocupación estadounidense (1916-1924), la dictadura de Ulises Heureaux, la tenencia de tierra, la caída de Horacio Vázquez, el anticaudillismo… La dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961) estremeció a los novelistas al imponer un Gobierno nefasto y criminal que se desplegó sin compasión. Según refiere Filiberto Cruz Sánchez: “La época de la modernidad que se había iniciado en Europa en 1453 con la toma del estrecho de Constantinopla por parte de los turcos otomanos, empezaba en Santo Domingo 348 años después y concluyó en 1961 con el ajusticiamiento de Trujillo”. (Cruz, 2015, parr. 5)
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En la primera parte del siglo priman novelas contra la dictadura de Ulises Heureaux, el maltrato de los obreros, la pérdida de las tierras y la emigración a la ciudad. La desigualdad social resulta un tema inspirador. Poco a poco y a medida que el siglo avanza vemos el abuso y el poder del hombre sobre la mujer bajo la influencia de la dictadura; la situación en los cañaverales; los doce años de Gobierno de Joaquín Balaguer; la posguerra caribeña; la vida en las provincias, las tradiciones y costumbres, y unas pocas novelas con temas religiosos, europeos, y sobre el absurdo de la vida.
Lo que va del siglo XXI queda marcado por la IV Revolución Industrial: los viajes espaciales con el objetivo de ir a la Luna, desarrollar la tecnología y, finalmente, enviar personas a Marte; la masificación de dispositivos móviles y el bajo coste del uso de Internet; la expansión de la digitalización; la difusión y el control de la información, así como el buen uso y abuso del genoma humano e ingeniería genética; las ciudades inteligentes y el cambio climático. En el contexto político y económico internacional, el siglo está marcado por la «guerra contra el terrorismo» gestada por Estados Unidos. La guerra de Afganistán; la invasión y posterior guerra de Irak; las situaciones que podrían provocar una segunda guerra fría entre Rusia y los Estados Unidos; la crisis económica global del 2008; el ascenso económico de China; las guerras en el mundo árabe; la pandemia de COVID-19; la guerra armamentista Rusia-ONU-Estados Unidos-Ucrania.
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A nivel local, la incertidumbre es la característica principal junto a la lucha afanosa por mantener una democracia sana y acabar con el azote de la corrupción, la pobreza, la inequidad y la violencia. Al mismo tiempo, el humanismo del siglo XXI (que ubica al ser humano como parte de la vida en el planeta, interdependiente de los demás seres y elementos) lucha por penetrar y mantenerse, en contra de un capitalismo salvaje que excluye y margina. Mientras, en la novelística dominicana continúan apareciendo remanentes de las dictaduras que han quedado impregnadas como sello indeleble en la mente de muchos de los autores. Pueda que sea el resultado de una catarsis o tal vez una manera inconsciente de mantener vivo el recuerdo de la terrible época.
Conjuntamente, surgen novelas históricas, epistolares, sobre pandillas, relaciones familiares, aventuras en la adolescencia, historias de prostitutas y cabarets, emigrantes y la vida de los dominicanos en Nueva York. Pero en general surgen nuevas voces cuya problemática es de orden vivencial, la lucha por la sobrevivencia, el bajo mundo de las drogas y los carteles, la historia de los héroes locales, las leyendas y mestizajes y el mundo de la corrupción de los que ostentan el poder. Algunos novelistas caminan por el mundo de la experimentación con éxito; mientras otros, se pierden en el mundo del hedonismo y con escritos sin contenido de profundidad intentan representar un tiempo de banalidades y escapismo.
Llama la atención una serie de novelas (experimentales del primer tipo) que retoman el absurdo y el surrealismo; historias muy bien escritas que brindan luz sobre nuevas tendencias sociales locales y mundiales con la utilización de recursos creativamente renovados, así como unas pocas de ciencia ficción.
Extrañamente, en lo que va de siglo en la novelística dominicana, no se observa un impacto notorio de la tecnología, la robótica ni la inteligencia artificial (IA), aparte de escasas excepciones. En el futuro continuaremos profundizando en el estudio de la novelística dominicana, al tiempo que hemos de reconocer que República Dominicana cuenta con un excelente grupo de narradores que mantienen viva la impronta caribeña en su temática.