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Mecidencia

Ciudadanía digital y e-democracia: el desafío político central de nuestra era

El objetivo no es oponer humanos a las máquinas, ni anticipar escenarios de sustitución tecnológica

El Big Data, la computación en la nube y la inteligencia artificial traerán cambios radicales al mercado laboral.

El Big Data, la computación en la nube y la inteligencia artificial traerán cambios radicales al mercado laboral.Archivo

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En las últimas dos décadas, diversas democracias del mundo han comenzado a incorporar herramientas digitales para ampliar o modernizar sus procesos participativos: votaciones electrónicas, consultas ciudadanas en línea, portales de gobierno abierto, sistemas de firma digital y plataformas de interacción masiva entre ciudadanos y autoridades. Este conjunto de prácticas configura la llamada e-democracia o democracia electrónica, un esfuerzo global por adaptar la vida política a un entorno donde lo digital ya no es un complemento, sino la infraestructura cotidiana de nuestras relaciones sociales.

La relevancia de este fenómeno es evidente: la esfera pública contemporánea se ha desplazado a los entornos digitales. Hoy trabajamos, nos informamos, opinamos, debatimos y hasta nos movilizamos políticamente en plataformas mediadas por algoritmos. Por ello, cualquier proyecto de democracia electrónica requiere algo más que tecnología, necesita ciudadanos capaces de comprender, disputar y ejercer derechos en ese nuevo espacio. Sin ciudadanía digital, la e-democracia corre el riesgo de convertirse en un mecanismo tecnocrático donde los ciudadanos son usuarios administrados, no sujetos de derecho.

La noción clásica de ciudadanía —ligada al territorio, al documento de identidad y al espacio físico de lo público— es insuficiente en este contexto. En la actualidad, nuestra identidad está conformada tanto por lo biográfico como por nuestros datos, patrones de comportamiento y perfiles digitales interpretados por sistemas algorítmicos. Esta condición híbrida ha sido conceptualizada recientemente en el libro Ciudadanía en la era digital. Humanos, máquinas y el futuro de la convivencia, de Eduardo Caballero Ardila e Yrabel Estrada Monges, presentado este mes por abediciones de la Universidad Católica Andrés Bello. Allí se propone el neologismo mecidencia, que integra mec (máquina) e identia (identidad) para describir la forma en que nuestras identidades se configuran hoy en la interacción continua con sistemas tecnológicos. La mecidencia invita a ciudadanizar la tecnología, es decir, a organizar la convivencia humano-máquina bajo principios democráticos, éticos y de protección de derechos.

Esta redefinición es urgente porque la e-democracia enfrenta dos riesgos centrales.

El primero es la manipulación personalizada. Si antes la propaganda política funcionaba como un mensaje masivo dirigido a todos por igual, hoy opera con precisión quirúrgica. Cada clic, cada búsqueda y cada interacción digital alimentan modelos capaces de perfilar nuestras preferencias y vulnerabilidades. A partir de ello, los algoritmos deciden qué mostrar y qué ocultar, qué discursos promover y cuáles silenciar. La desinformación deja de ser general y se convierte en un producto diseñado a medida de cada individuo. Una ciudadanía sin formación crítica puede quedar atrapada en burbujas informativas que erosionan la deliberación democrática.

El segundo riesgo es la vigilancia personalizada, tan de moda en países como China y analizada por filósofos de la talla de Michel Foucault, en su libro Vigilar y Castigar, donde se describen los mecanismos de biopoder, así como la vigilancia panótica. Es así como en las modernidades de la vida digital, las tecnologías permiten registrar con detalle dónde estamos, qué consumimos, con quién interactuamos e incluso qué emociones expresamos. Esta observación permanente produce autocensura: tenemos más canales para hablar, pero también más motivos para callar. Una democracia electrónica basada en vigilancia intensiva puede ser participativa en apariencia, pero silenciosa en su interior.

Frente a estos riesgos, la ciudadanía digital debe entenderse como una práctica política activa. No basta con saber usar dispositivos; es indispensable comprender el funcionamiento de los algoritmos, exigir transparencia, identificar la manipulación personalizada, defender la privacidad y reclamar límites a la vigilancia. Aquí entran en juego la educomunicación, la educación mediática y la alfabetización digital crítica, herramientas esenciales para formar ciudadanos que puedan actuar con lucidez en el ecosistema digital.

Del mismo modo, la e-democracia no puede ser un proyecto confiado exclusivamente a ingenieros o empresas tecnológicas. Requiere una cultura política digital que incluya a la ciudadanía en la definición de las reglas: ¿qué datos pueden usarse y para qué?, ¿cómo se garantiza la privacidad?, ¿qué papel aceptamos que tenga la inteligencia artificial en decisiones públicas? y ¿qué mecanismos de control democrático deben existir sobre la infraestructura tecnológica?.

La propuesta de la mecidencia aporta una clave fundamental: reconocer que nuestra identidad es híbrida, humano-máquina, permitiendo reivindicar derechos adecuados a esta nueva condición y evitando que nos reduzcamos a simples perfiles administrados por plataformas. Con esta conciencia, la ciudadanía puede participar activamente en la construcción del marco ético, jurídico y político que debe regular la convivencia digital.

El objetivo no es oponer humanos a las máquinas, ni anticipar escenarios de sustitución tecnológica. El horizonte democrático posible es el de una convivencia en la que la tecnología refuerce lo mejor de lo humano: la deliberación, la participación informada, la solidaridad y el cuidado mutuo. La infraestructura digital puede convertirse en un nuevo ágora, pero sólo será democrática si quienes la habitamos nos reconocemos como ciudadanos y asumimos la responsabilidad de ciudadanizar la tecnología.

Lecturas recomendadas para este artículo

Caballero Ardila, E., & Estrada Monges, Y. (2025). Ciudadanía en la era digital. Humanos, máquinas y el futuro de la convivencia. Caracas: ABediciones / Universidad Católica Andrés Bello.

Castells, M. (2009). Comunicación y poder. Madrid: Alianza Editorial.

Floridi, L. (2014). The Fourth Revolution: How the Infosphere Is Reshaping Human Reality. Oxford: Oxford University Press. (Ed. esp.: La cuarta revolución, Paidós).

Foucault, M., Vigilar y castigar, Siglo XXI, México

Sobre el autor
Eduardo Caballero

Eduardo Caballero

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