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Montesquieu

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Durante mi adolescencia, solía escuchar a respetados intelectuales dominicanos, europeizados y prestigiosos, que aconsejaban visitar la Inglaterra de Adam Smith a todo aquel que deseara aprender Economía; viajar a Berlín para estudiar Filosofía junto al genio de Immanuel Kant y su discípulo Hegel; y, por último, trasladarse a París si se quería dominar el campo de la política. En todo caso, para ser reconocido como un doctor en cualquiera de estas materias, parecía imprescindible pisar el suelo del Viejo Continente.

El rápido desarrollo de la alta tecnología en el siglo XXI nos permite recorrer todos los continentes, desde Oriente hasta Occidente y desde el norte hasta el sur global, sin necesidad de tomar una embarcación o un avión. El uso de la Internet y de la inteligencia artificial nos brinda acceso a información completa, tanto del pasado como del presente.

En la segunda mitad del siglo recién pasado, el hoy fenecido presidente dominicano, doctor Joaquín Balaguer, aseguraba con pesar que la corrupción en su gobierno solo se detenía cuando llegaba a la puerta de su despacho. En la campaña electoral de 1990, la oposición liderada por Juan Bosch afirmaba que, con el monto que alcanzaba la corrupción gubernamental, se podrían solucionar los graves problemas sociales del país. Uno de los eslóganes más pegajosos del Partido de la Liberación Dominicana era aquel que decía: “Porque ni robó, ni mató, por eso estamos con Juan Bosch”.

En la Francia de finales del siglo XVII nació Charles-Louis de Secondat, más tarde conocido como Barón de Montesquieu, quien se convertiría en un ilustre pensador político. Fue el autor del libro “El espíritu de las leyes”, donde propone como antídoto contra los abusos del poder la división de las instancias gubernamentales en áreas independientes: los poderes judicial, legislativo y ejecutivo. Correspondió al historiador británico Lord Acton, nacido en el siglo XIX, hijo de madre alemana y padre inglés, plasmar con letras doradas sus frases inmortales: “El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente”.

La historia republicana dominicana está plagada de actos reñidos con la moralidad. El comportamiento de las cúpulas de gobierno no ha logrado encontrar una vacuna eficaz contra el virus de la corrupción. Recuerdo la imagen de campaña de un candidato en la década de los ochenta, en la que mostraba sus dos manos limpias como señal de pulcritud en el manejo de las arcas del Estado. Pronto se convertiría en el primer exgobernante criollo encarcelado, acusado de desfalco y malversación de fondos.

El mayor número de funcionarios gubernamentales llevados a la cárcel y luego presentados ante los tribunales correspondió al período de gobierno 2016-2020 del Partido de la Liberación Dominicana. Los siguientes períodos del Partido Revolucionario Moderno tampoco están exentos del contagio viral, contando el desfalco al Seguro Nacional de Salud como una de sus últimas hazañas.

Parece que de poco nos ha servido el antídoto de Montesquieu.

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Sergio Sarita Valdez

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