Por JOSE DANIEL MARTÍNEZ GARCÉS
En esta oportunidad nos referiremos a la promoción médica del 1969 al 1978, compuesta por egresados de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
El grupo tiene unos antecedentes que queremos compartir, como, por ejemplo, la gran mayoría procedía de las provincias del país, con orígenes muy ligados al campo o a los campos.
Una gran parte perteneciente a familia de ingresos medios y bajos, aunque muy pocos venían de los estatus medios y altos, desde el punto de vista económico. Llegamos de los antiguos liceos secundarios. Mirando de manera retrospectiva, nos damos cuenta que esto casi nunca se expresó en el trato entre nosotros; muy por el contrario, nuestras relaciones fueron muy cordiales y respetuosas.
Puede leer: La creación poética de Valentín Amaro: Valoración intelectual, estética y espiritual
Pienso que debemos decir que el ingreso a la UASD se produce en un contexto político nacional muy caracterizado por la persecución tenaz a la juventud, por parte del gobierno de turno, como secuela de la guerra de abril del 1965 y la Guerra Fría, y por ello una carrera programada para 6 años se prolongó hasta 9. Ingresamos al colegio universitario en el segundo semestre de 1969 y no es hasta bien entrado en 1970 cuando logramos acceder a la carrera de Medicina, pues, el período del colegio universitario, programado para dos semestres, duró tres, o sea, 18 meses.
Al término de este largo período, la Facultad de Medicina no tenía la suficiente capacidad para albergar el gran número de estudiantes que se había inscrito en ella.
La UASD se vio obligada a buscar una salida y fue entonces cuando se creó el llamado semestre paralelo, lo cual facilitó el recibimiento en la facultad. Veníamos de un periodo que debió durar 1 año; sin embargo, se prolongó con 18 meses debido a los cierres inesperados de la docencia provocados por las luchas políticas entre el Gobierno y sus opositores, principalmente los ubicados a la izquierda de la actividad política. A estas circunstancias se agrega el hecho de que en los liceos del país también se expresaban esas luchas políticas a través de una organización estudiantil llamada Unión de Estudiantes Revolucionarios, (UER), actuante en los mismos, a los que muchos del grupo participaban de forma muy activa, por cuya razón no éramos extraños frente a la nueva situación en los terrenos universitarios.
Tiempos difíciles, inseguros, sin tranquilidad familiar o personal, entrábamos al recinto y no sabíamos si podríamos regresar a nuestros hogares, pues éramos sorprendidos por situaciones trágicas, como la muerte de Sagrario Ercira Díaz o de Otto Morales, apresamiento de El Moreno, secuestro de Donald J. Crowley, la muerte de Amín Abel, la invasión de playa Caracoles con Caamaño a la cabeza, en esta última la UASD pasó casi tres meses sin docencia.
A todo ello hay que agregar las dificultades generadas al interior de la universidad por el proyecto reeleccionista montado por el doctor Balaguer.
Un hecho que debemos resaltar es la muerte por asfixia del compañero estudiante de Medicina Candelario Mateo y Mateo, producto de las centenas bombas lacrimógenas lanzadas por los policías sobre el recinto universitario desde helicópteros, en busca de apresar al dirigente izquierdista Plinio Matos Moquete. Se hizo común entrar al recinto y no poder salir, por los cercos policiales; o presentarse en busca de la docencia y no poder entrar, por la presencia policiaco-militar.
La universidad vivía, académicamente, a nuestro ingreso, el importante Movimiento Renovador, un período de cambios permanentes en la filosofía y objetivos de la institución, este proceso había sacado de la cátedra al doctor Balaguer, acto que nunca perdonó. Llegamos con el doctor. Andrés María Aybar Nicolás como rector y salimos durante la rectoría del doctor Guarocuya Batista del Villar.
II PARTE
Todos estos aspectos contribuyeron a propiciar un ambiente de unidad, amistad, solidaridad al interior de este grupo de jóvenes, soñando con la posibilidad de formarse en una profesión tan noble y útil para la sociedad, como la Medicina. Se fue creando un ambiente de buen trato, respeto, ayuda, digamos que, de forma espontánea, aunque sin negar el hecho de los subgrupos, que por factores muy normales se crearon, pues procedían de las mismas provincias, de los mismos liceos, o por otras afinidades, como la política, por ejemplo.
Ahora, lo que nunca vimos fueron conflictos insalvables pues la mayoría de las veces se trató de competencias en lo académico, luchas e interés en lograr las mejores calificaciones, competencia sana, entendible. Todo esto se expresaba de diferentes maneras y así podíamos encontrar a grupos reunidos en el play, bajo los mangos, revisando, estudiando o en la vieja biblioteca en busca de informaciones.
Otros aspectos fueron los viajes a los diferentes hospitales a recibir prácticas: al Moscoso Puello. El Aybar (ahora hay una ciudad de salud), el Padre Billini, al Salvador B. Gautier, al Instituto Dermatológico, al Centro Sanitario de Santo Domingo, así como a Hospital Psiquiátrico Padre Billini, en la carretera Duarte. Era muy interesante lo que se creó en estos viajes, realizados en transportes públicos, los llamados carros de concho, los famosos Austin azules, de capotas amarillas, a los cuales debíamos pagar 15 o 20 centavos y nos metíamos allí entre 5 y 8 compañeros. Aquello era muy gracioso, pues muchas veces había compañeros sin el pasaje y entre el grupo cubríamos el costo y en ocasiones un benevolente chofer exoneraba un pasaje o dos.
Con alguna frecuencia se iba a la famosa freiduría situada en el patio del edificio donde funcionó el Colegio Universitario, pero ahí se iba alrededor del mediodía, en las horas libres entre 12 y 2:00 p. m., pues el tiempo no daba para desplazarse hasta las casas y estar a las 2:00 p. m. en la docencia, sabiendo que los catedráticos eran puntuales y muchos no admitían el ingreso a las aulas luego de iniciadas las clases.
Cómo no referirme también a las escapaditas al Almendrón, a beber frías o la Noel, donde Domingo Super-Cervezas. Algunos lograban visitar lugares como los bares de Borojol o donde Herminia, frente al cementerio de la Máximo Gómez. Todo ello hecho a base de los famosos serruchos. Como es natural, en los grupos humanos no faltaron los amores y las parejas. Cristinito Francisco y Mirtha Valle, primera fallecida del grupo, dejando a Cristinito como producto de esa unión.
Hay que referirse al Avispón Rojo que adquirió Cristino Francisco, siempre repleto de estudiantes, aunque muchas veces había que empujarlo, para entonces darnos cuenta de que lo que nos faltaba era combustible y rápidamente, como Dios nos ayudaba, aparecía un serrucho para ir a la gasolinera más cercana, galón en mano; “¿Es que este avispón no tiene ponzoña?”, dijo un compañero en una ocasión.
El famoso avispón servía, además, para las escapaditas en las madrugadas, desde la Maternidad La Altagracia, hacia lugares de diversión y regresar entre 5 y 6 de la mañana, escurriditos, para estar presentes en el pase de lista y la entrega de guardia.
Cómo llamaba la atención la presencia del compañero René Read en el carro Citroen recorriendo las calles del recinto universitario; además, el vehículo nuevo de Gloria Uribe, solo abordado por las mujeres de San Cristóbal, o el Toyota Corolla nuevo de Rafaelin Franjul Troncoso, donde nunca hubo espacio para nadie.
Tampoco podemos olvidar las largas discusiones con Ernesto Alcántara y Juan Octavio Ceballos sobre las luchas políticas del momento en que vivíamos, en plena Guerra Fría; así como las radicales posiciones de la compañera Castillo, mujer menuda activa y consciente defensora de su Pacoreo.
Aquí quiero referirme a las compañeras admiradas por su belleza, como Raysa Acosta. Úrsula Marrero por su imponente presencia, Nelly Pérez, siempre exuberante, Ñañi Saldaña, por aquel cuerpo y color cobrizo, una sonrisa siempre presente a flor de labios; Gloria Uribe, coqueta permanente, entre otras. Los amores de Rosa Taveras y Luis Pichardo Matos, o la eterna pretensión de Bernardo Santana Rivera frente a Nelly Pérez Duvergé, pero lo más gracioso era que él quería que yo fuera su maipiolo.
Los amores de Juan Ramírez Taveras (Johnn) y Lingo con su llamativo pintalabios rojo.
Hay una pareja emblemática, graciosa, popular, simpatía con un humor contagiante, directo, sincero, matizado por la picardía sexual, me refiero a Piter y Joselyn. Como no recordarlos, quererlos, admirarlos hoy, cada día más.
Se hicieron pareja formal, pero nuestro hermano Piter pisó la raya de fondo, tomando rebote y la “ampaya”, le gritó: “¡Perdiste la bola!”. Pero Dios intervino y gracias a él, ellos están juntos, porque nunca se han dejado de amar.
Estamos conscientes que, aunque no los mencionemos, hubo otros amoríos en el grupo.
No podemos olvidar las ocurrencias de Kin, gran ser humano y compañero, o dos que fueron pareja y terminaron casados en EE. UU. Hay otros elementos que vale la pena recordarles, como la historia de uno de nuestros compañeros que llevaba a su madre a reclamar a los profesores, alegando que “su niño no podía ser reprobado, pues amanecía estudiando”, Pero quien hace graciosa esta historia es Luis Brito Maldonado, salud para ti.
Cómo olvidar las ocurrencias de Alba Luz Angleró, tanto aquí como posteriormente en Venezuela, donde viajó luego de graduada.
Se hace justicia referirnos y recordar a nuestros profesores, con cuyos esfuerzos y orientaciones aportaron a nuestra formación. Les menciono, no en orden de importancia o de peso académico, sino en el orden que les recuerdo, el Dr. Mañón Arredondo, con cátedras sobre historia de la medicina; al Dr. Jiménez Caamaño, con sus dibujos de anatomía (el príncipe); el Dr. Marte Durán y su grupo de monitores de Neurocirugía, que tantos sustos nos hicieron pasar en los exámenes prácticos; la doctora Peralta con sus clases de Anatomía patológica, recta, exigente, sus exámenes de prácticas al microscopio, muy complicados.
Sería injusto no mencionar al doctor. Canó González, en sus exámenes de infecciosa I y II, por cualquier mirada le quitaba el examen a un estudiante. Otros profesores de renombre, el doctor Castillo Vargas, catedrático de Endocrinología, así como Rubén Andújar Pimentel y Rodríguez Lara, con Patología quirúrgica. Este último tenía una forma muy particular de impartir sus clases, siempre alegre, jocoso.
Como no recordar las magistrales cátedras del doctor. José Joaquín Puello y sus clases en el paraninfo de la facultad.
Ahora, hay un hecho singular que muchos compañeros recordarán. La profesora Tamara Rossemberg con sus cátedras de Antropología médica. Quiero contarles que el día de la evaluación final de esta materia, con todos sentados en el aula 100 de la facultad a la espera del examen, somos sorprendidos con que cada uno desarrolle en una hoja en blanco el tema que mejor dominara. Estábamos sentados uno al lado del otro Tomás Montás Frías, Alexis García Burgos y un servidor, justo detrás se encontraba Minier Portillo.
Unos momentos después que todos nos apropiamos de nuestras hojas respectivas, comenzamos a trabajar y Minier Portillo solicitando ayuda mientras la profesora se dormía en el podio.
Tomás, a la insistencia de Minier, le dice: “Pero haz lo que te sepas”. A lo que Minier Portillo respondió: “Pero Tomás, es que no sé me ningún coño”. Le dice: “Bueno, pues espera que yo termine con el mío”. Y así ocurrió. Entonces Tomás tomó la hoja de Minier, le desarrolló un tema y resultó que su calificación fue 5 puntos menor que la de Minier.
Tenemos que señalar al doctor Antonio Zaglul, en su último año como docente en la UASD, así como al doctor. Rogelio Lamarche Soto, ambos maestros de la medicina nacional.
Muchos otros profesores son dignos de tenerlos como referencia, entre ellos: el Dr. Ricart, el Dr. Soto Martínez, en el Padre Billini y Román Habib, en el Moscoso Puello, el Dr. Bogart, en Instituto Dermatológico, el Dr. Calventi Gaviño en La Maternidad de la Altagracia, el Dr. Teo Gautier, Josefina Cohén, Marianela Castillo, Onidio Mejía, Aidé Rondón, Hugo Mendoza, todos estos últimos en el Hospital Infantil Robert Read Cabral. Y la gran figura de la medicina nacional, Marcelino Vélez Santana.
Debo rogarles disculpas a todos eminentes catedráticos y a mis colegas, pero no debo dejar de mencionar estas dos eminencias del conocimiento científico médico: “Cienciólogo” y “Anamú”, que nos hicieron menos tortuosa esta travesía.
Después de ocho largos años arribamos al internado rotatorio, que incluía tres meses en algunos hospitales del interior del país. Es así como enero de 1977, estábamos desparramados en gran parte de la geografía nacional haciendo la parte social, tiempo durante el cual se recibía una paga de $50 cincuenta pesos mensuales.
Durante ese espacio, teníamos la oportunidad de elaborar nuestras tesis de grado, logrando el sueño de la graduación el 25 de feb de 1978; el objetivo se logró, el sueño se hizo realidad.