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Rafael Trujillo

El dictador

Cadáver de Trujillo no tenía impactos de bala calibre 45

Revelaciones fueron hechas por el arquitecto, historiador, catedrático de Teoría e Historia de la Escuela de Arquitectura de la UASD y director del Patronato de la Casa de Caoba, Jacinto Pichardo Vicioso

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El cadáver de Trujillo no presentaba impactos de bala calibre 45, que era el arma que portaba Antonio Imbert Barrera la noche del 30 de mayo. Quien usaba una de menor dimensión, marca “Star”, de nueve milímetros, era Pedro Livio Cedeño y todo parece indicar que fue este quien más se aproximó al tirano que solo contaba con un pequeño revólver obsequio de Francisco Franco.

Con este, el Generalísimo le habría disparado al conjurado en el abdomen. “Prueba de ello es que cuando le sacan el proyectil a Cedeño, Luis Rafael Trujillo (Nene), exclamó: “¡Esas son las balas de mi hermano!”. “Trujillo confiaba mucho en ese revólver, con él se quedó Ramfis y luego se lo regaló a Montes Arache, que lo donó a Balaguer”.

Las revelaciones fueron hechas por el arquitecto, historiador, catedrático de Teoría e Historia de la Escuela de Arquitectura de la UASD y director del Patronato de la Casa de Caoba, Jacinto Pichardo Vicioso, en reacción a un reportaje de esta sección en el que se publicó que Imbert asestó a Trujillo el disparo mortal.

“No recibió ningún “tiro de gracia” pues los decisivos fueron tres balazos en el pecho. Quien más se aproximó a él fue Pedro Livio Cedeño”, declaró.

Otra razón por la cual Imbert no pudo haber rematado a Trujillo, agrega, es que conducía el vehículo en que se movilizaron los conspiradores. “Cuando se trata de un operativo, el chofer no abandona el carro por si ocurre una contingencia”.

Pichardo hizo esas consideraciones basado en testimonios que recibió del doctor Abel González Massenet, fundador de las clínicas con su nombre, las cuales remodeló Jacinto en 1983. El médico fue quien embalsamó el cadáver del “Jefe”. “Con frecuencia hablaba con Abelito después que terminaba sus consultas. Además, mis padres, Miguel Antonio Pichardo, abogado, y Carmen Rosa Vicioso, eran sus pacientes. Papá lo asesoró para la compra del terreno de la avenida Independencia”.

Pichardo también recibió informaciones de Zacarías de la Cruz, quien iba al volante del vehículo de Trujillo, y del general Manuel Cuervo Gómez. Cuando seis meses después, Ramfis Trujillo abrió el ataúd para ver el cadáver, previo a ser trasladado a Francia, trajo un embalsamador norteamericano que al verlo reaccionó: “Aquí no hay nada más que hacer, todo está bien”.

“Abelito estuvo presente y apreció que la piel de Trujillo estaba aún rosada. Eso me lo ratificó Cuervo Gómez, que lo vio cuando devolvieron el Yate Angelita a la Base Naval de Caldera”.

Abelito nunca había embalsamado, expresa, “pero era el único que sabía de la muerte, y los altos mandos no querían que se divulgara”. Lo supo “porque venía de Haina y se encontró con la situación, siguió hasta el Hospital Militar al que llegó herido el capitán Zacarías de la Cruz. Lo recibió y las declaraciones que dio se manejaron en secreto…”.

Pedro Livio Cedeño en el “Hospital Militar Miguel Brioso Bustillos”

Pedro Livio Cedeño en el “Hospital Militar Miguel Brioso Bustillos”

Se enteran que Pedro Livio estaba en la Clínica Internacional donde enviaron al facultativo “para garantizar que no muriera en la operación”, manifiesta. González comentó a Pichardo: “Yo asumí mi papel porque sabía que ese era un hombre de la historia”. A Cedeño lo trasladaron al Hospital Militar de San Isidro.

Los disparos.

González Massenet acudió al depósito de cadáveres de la Universidad de Santo Domingo, investigó cómo se embalsamaba y pidió formol. El encargado le ofreció asistencia, pero él la rechazó: “Era un secreto de Estado”.

Se dirigió al Palacio Nacional, donde ya estaba el difunto. Le describió a Jacinto el cuadro que presentaba: “Tenía siete heridas y seis orificios de bala. Una le abrió el brazo izquierdo, él estaba en el vehículo en el asiento trasero, con ese brazo extendido, y uno de los balines le abrió la piel y le comprometió las axilas”.

“Un tercer balín le impactó el muslo izquierdo, que fue el más peligroso, porque casi le afecta la femoral. Luego se encontró en el pecho, a poca distancia, uno de tres impactos de bala de menor calibre que parecen producidos de cerca, fue una persona que se le aproximó bastante”.

Significa que “tenía un moretón en la cabeza”, lo interpreta como que un combatiente se le acercó para comprobar que estaba muerto.

El primer disparo que recibió Trujillo “le dio en el maxilar inferior y Abelito dedujo que, debido a ese balín, Trujillo no pudo hablar. Eso desmiente la versión repetida de que Trujillo le ordenó a Zacarías: “¡Parémonos a pelear!”.

Más testimonios del doctor Abel González y de Zacarías de la Cruz, se ofrecerán en otra entrega.

Sobre el autor

Ángela Peña

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