Superación
Más allá de la mala fama del barrio: dos jóvenes de Las Cañitas que lograron abrirse camino
Fueron criados y profesionalmente triunfaron en el sector Las Cañitas, en el Distrito Nacional, un barrio que, junto a otras zonas marginadas de la capital, tenía fama de altos índices de delincuencia y consumo de estupefacientes

El ortopeda traumatólogo Miguel Concepción y la periodista y relacionista pública Pebbers Gonzále logaron sus objetivos pese a las limitaciones que les mostraba Las Cañitas.
En la Biblia, específicamente en el Nuevo Testamento, en Juan capítulo 1, verso 46, un hombre llamado Nathanael, amigo de Felipe, quedó registrado para la historia por su escepticismo, aunque los expertos dicen que «era un hombre de buen corazón». Cuando Felipe le dijo que había hallado a Jesús, el Mesías, su compañero cuestionó: «¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?».
La pregunta de Nathanael nace porque ese pequeño pueblo era en realidad una aldea rural situada en las colinas de Galilea, al norte de Israel. Contaba, probablemente, con unos pocos centenares de habitantes, la mayoría campesinos o artesanos. Era una zona que no representaba nada en términos políticos, sociales ni económicos para ese entonces.
El mismo símil lo hacen algunos al conocer historias como las del ortopeda traumatólogo Miguel Concepción y la periodista y relacionista pública Pebbers González, quienes fueron criados y profesionalmente triunfaron en el sector Las Cañitas, en el Distrito Nacional, un barrio que, junto a otras zonas marginadas de la capital, tenía fama de altos índices de delincuencia y consumo de estupefacientes en los años 90 e inicio de los 2000.
«Los valores que te inculcan los padres son las cosas que hacen que vayas por un buen camino y que hagas las cosas como debes hacerlas», recuerda el doctor Concepción sobre una de las razones fundamentales que le permitieron ser un ente de bien para la sociedad como cañitero.
De madre maestra y padre marino, el ortopeda contó al periódico Hoy, para «Hoy en tu barrio», que sus progenitores siempre les inculcaron a él y su hermana, que es odontóloga, «que la herencia era la educación».

Las Cañitas ya no es el barrio de hace 20 años.
«Aquí te pueden decir muchos: mi casa era la única de madera en el barrio, pero todos éramos profesionales, y papi se mantenía impulsando la educación, y eso era lo que me motivaba, que a pesar de que no teníamos las condiciones económicas buenas, pero trataban de que uno se quedara con eso», dijo.
Concepción estudió en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en pleno apogeo de la delincuencia, los apagones y las constantes manifestaciones sociales en Las Cañitas, aunque considera que en esos tiempos, para él, su sector no fue difícil, «porque en los barrios existen reglas: al que estudia, los demás lo cuidan».
«Desde las ocho de la mañana en la universidad, yo llegaba aquí al barrio a las once de la noche y los muchachos me esperaban aquí en La 17 para que cuando yo entrara no tuviera ningún inconveniente; y se supone que los que me cuidaban eran los que no estudiaban», recuerda.
En la actualidad, como ortopeda traumatólogo, Concepción considera que su motivación para cada día seguir luchando a favor de la sociedad es la pasión por el servicio, frente a la condición que tiene República Dominicana como el país con más accidentes de tránsito en el mundo.
«Y a los jóvenes les exhorto que, por más dificultades y tropiezos que aparezcan en el camino, sigan echando hacia adelante, que las cosas se dan, los resultados vienen», concluye el profesional de la Medicina, que labora en la Clínica Doctor Ureña Arias, en Villa Mella, Santo Domingo Norte.
«El barrio no es el que forma, es la familia»
Igual que Concepción, para la periodista Pebbers González, Las Cañitas, el barrio que la vio nacer, no definió su futuro. Su formación primaria la recibió en otro reconocido y peligroso sector de la capital, Güaley. Recuerda que un día sus padres la fueron a buscar a la escuela, en medio de intensos enfrentamientos entre bandas.
«Pero el barrio no es el que te forma, también es la disposición familiar que, aunque ha ido en decadencia, no se ha perdido del todo», dijo la profesional de la comunicación.
A sus 33 años, González no solo sigue viviendo en Las Cañitas, sino que se ha convertido en ejemplo de perseverancia frente a las limitaciones económicas de su infancia.
Recuerda que, durante sus estudios, hubo días en los que su único dinero era el pasaje: 25 pesos para ir y 25 para volver, en una época sin Metro y con pocas facilidades para movilizarse. Aun así, nunca dejó de estudiar. «No vivíamos en cuna de oro, pero como familia siempre salimos adelante», dice.
Recordó que creció rodeada de escenarios donde la delincuencia y las drogas eran parte de lo cotidiano, pero su entorno familiar la protegió. «A mí nunca me ofrecieron nada, porque en un barrio todos saben de dónde tú vienes», apuntó.
Respecto a su padre, también periodista, resaltó el rol esencial como pilar de la familia, y de su madre, la constancia y el acompañamiento que evitaron que se desviara incluso cuando la presión social indirecta podía empujar hacia otros rumbos.
Hoy, mientras combina su trabajo con otros estudios personales, González observa a los jóvenes del barrio con una mezcla de esperanza y advertencia. Reconoce que hay falta de empleos, pero insiste en que también existen oportunidades reales para emprender y avanzar en Las Cañitas y otros barrios marginados de la capital.
«Es una balanza. Hay muchos retos, pero también muchas posibilidades para quienes las sepan aprovechar», afirma. En ese sentido, alienta a los jóvenes a que no permitan que las carencias ni el entorno definan su futuro.